25/8/12

Te entiendo, pibe

Julián preparó café, vio la lavandina y aprovechó: puso un poco en la esponja y limpió la tapa de la jarra y el embudo. Contento al ver los colores primarios, los secó y casi los lustró con el repasador.
Pensó algo raro, se le cayó el embudo, se le rompió una pieza y se quedó con algo blanco, limpísimo e inútil.
No lloró ni nada parecido; sintió que a veces hay acciones buenas que a la larga son terrenalmente inútiles.
Su papá lo comprendía. Empezó y terminó en un día la carta para su padre que por años había evitado. Pensaba entregársela el miércoles en que el viejo murió.