Descalabro
Dos niños le pegan a una niña de 8 años. No un toquecito en la cabeza para espantarle una mosca, ni un tirón de orejas por un cumpleaños. La golpean a fin de, al menos, molestarla. Resultado: conmoción cerebral y maestros que suponen que llamar a una ambulancia está de más. La golpiza quizás les parezca una pequeñez, al calor de expresiones de autores varios tales como “entre civilización y barbarie, prefiero barbarie”, “la inseguridad es una sensación” y “si tiene que haber un muerto, habrá uno, dos o tres”. El padre avisa que cambiará de colegio a su hija.
Dos niños le pegan a una niña de 8 años. No un toquecito en la cabeza para espantarle una mosca, ni un tirón de orejas por un cumpleaños. La golpean a fin de, al menos, molestarla. Resultado: conmoción cerebral y maestros que suponen que llamar a una ambulancia está de más. La golpiza quizás les parezca una pequeñez, al calor de expresiones de autores varios tales como “entre civilización y barbarie, prefiero barbarie”, “la inseguridad es una sensación” y “si tiene que haber un muerto, habrá uno, dos o tres”. El padre avisa que cambiará de colegio a su hija.
Un estupendo cantante que mueve masas exige no pagar un
impuesto, a cambio de dar un recital. Sabe que el espectáculo le reportará
millones de pesos, no obstante lo cual se rehúsa a cumplir con un tributo que, en
principio, podría servir para ayudar a los pobres de los que él se ha servido para
hacerse rico. El intendente de la localidad, temeroso de la muchedumbre que se
ilusiona con participar de lo que sienten una misa musical, busca excusas y las
encuentra. Gana quien afirma “violencia es mentir”.
Postales del país de Nomeacuerdo, que no es un invento de
María Elena Walsh.