Mar, tierra, creaturas
Por Matilde Maffrand, alumna del PEAM
Las sirenas, que atan y desatan, son creaturas marinas mitológicas pertenecientes al folklore y la leyenda.
Se trataba de seres híbridos, similares a las ninfas y según versiones eran tres, cinco u ocho. Vivían en el mar cerca de Sicilia, su forma era un cuerpo de ave con rostro de mujer, por lo que no tenían aletas sino alas para volar.
Una de sus principales características era su inmensa dulzura y musicalidad. Este don atraía a los marineros, que saltaban de los barcos y perecían ahogados.
Tras la guerra de Troya, Ulises regresaba y fue capaz de soportar su canto siguiendo el consejo de Circe. Ordenó que todos los hombres de la nave se taparan los oídos con cera y él se ató al mástil del barco. Ante el rechazo sufrido, las sirenas supieron que una debía morir. La escogida fue Parténope, que se lanzó al mar. Se la enterró con grandes honores, se construyó un templo y en su lugar se fundó un pueblo, Parténope, que tiempo después fue Nápoles.
Sueños
¿Qué sería de los humanos si no soñáramos? ¿En qué mundo plano, mediocre, cínico viviríamos? La humanidad se ha construido persiguiendo sueños.
A medida que el mundo se complica, se nos dice que los sueños ha terminado, que los sueños son peligrosos, que hemos soñado bastante, que es tiempo de ser prácticos.
¿Son tan peligrosos como necesarios los sueños?
Frente a las dificultades, podemos soñar que no somos eso que nos proponemos o lo enraizamos y lo sostenemos contra viento y marea.
Creo que hay que hacer mucho ruido en este mundo para que al menos quede el eco. ¿Desde el poema, desde lo intelectual?
Hay que formar una burbuja protectora, visible, sólida.
Si mi sonido se repite en otro ser humano, esa casualidad me salva, jace que la vida valga la pena.
El miedo a que el silencio se lo trague todo es otra posibilidad.