Grandeza para la lucha
"En este tiempo tan especial, con un enemigo invisible dentro del clóset acechando, me pregunto qué actitud asumir: rebelarse, asustarse. Hay una palabra bastante interesante que es aggiornarse". Matilde Maffrand continúa diciendo que "éste es un término italiano utilizado durante el Concilio Vaticano II y que los papas Juan XXIII y Pablo VI popularizaron como expresión del deseo de que la Iglesia Católica saliese actualizada de este concilio. En otras palabras, el aggiornamiento es la adaptación o nueva presentación de los principios católicos al mundo moderno". Adaptar las instituciones susceptibles de cambio a las necesidades es un objetivo plausible, ahora bien, "¿cómo acompañar con hechos lo que sentimos, lo que pensamos", pregunta la alumna del PEAM. Una buena respuesta anida en un libro que leyó en las recientes vacaciones de invierno. Llamado "La bailarina de Auschwitz", es "una historia de valentía y superación contada por una superviviente, Edith Eckert". Tras una madrugada, "esta joven de 16 años, bailarina, hermosa, es llevada a Auschwithz con sus padres y una de sus hermanas. A sus padres no los vuelve a ver".
En el campo de concentración, "las angustias y los temores" son parte de sus vivencias y, "ya en el exilio en Estados Unidos, estudia en la Universidad de El Paso, Texas, y se recibe de psicóloga".
Matilde califica al libro de "genial" por su "análisis del alma humana y de cómo salvarse, sanar y perdonar". Lo siente cercano a El diario de Ana Frank y El hombre en busca de sentido, de Viktor Frankl. A propósito, recuerda que Frankl afirma que "la capacidad del ser humano para sanar está presente siempre en nosotros. También dice que nuestra mayor libertad es que, a pesar de nuestra situación física, siempre podemos escoger nuestros pensamientos".
Exclusión y fortaleza
"A lo largo de las más de 400 páginas, esta joven que se estaba preparando para los Juegos Olímpicos en 1942 fue excluida del equipo por el gobierno húngaro, que proclamó nuevas leyes en contra de los judíos", apunta Matilde respecto de otro de los sufrimientos de Edith Eckert por entonces. Frente a los dolores, los hombros solidarios de "sus hermanas Magda y Clara, que la acompañan toda la vida".
Quien lea "La bailarina de Auschwitz" sabrá que el padre vivía con ellas en Hungría y era costurero. Que en su casa sonaban "el piano y el violín interpretados por Magda y Clara. Que Edith era una bailarina con gran devoción, tal la palabra que ella elige".
La autora del libro cuenta que "su madre, en el tren que las llevaba al campo de encierro, le dijo repetidas veces: 'No sabemos lo que va a pasar, pero nadie puede quitarte lo que ponés en tu mente".