El desastre de la bolsa
imaginaria
Por Martín Búfali
Jugaba a agarrar cosas del aire,
se las imaginaba. Un elefante, se le ocurría. Un sombrero, una raqueta, un ovillo
de lana. Los agarraba y apretaba fuerte con sus manos, para luego arrojarlos.
A veces hasta escuchaba los gritos cuando se
trataba de seres vivos. Le costó tanto
una vez atrapar una jirafa que asomaba entre el aire invisible y se esfumaba
entre el humo del cigarrillo, de a ratos se desvanecía, hasta que pudo tenerla
en su mano derecha y la apretujó con fuerza, faltaba no más que se le escapara.
Esa tarde de invierno se le ocurrió
comenzar a guardar aquellos seres imaginarios. Pensó enseguida. Imaginó y creó
en el mismo loco pensamiento una bolsa gigante. Así empezó a guardar a todos
estos voladores de la nada, del todo. Fue casi en verano, cuando notó que la
bolsa era infinitamente gigante, que no podía arrojar más cosas dentro. Todo estalló
cuando los gritos lo despertaron ese tres de enero: Los animales se peleaban
entre sí. La fruta se había podrido y desparramaba un olor que ya el resto no
aguantaba. Los cascarudos morían aplastados, las cucarachas comían de ellos.
Las princesas lloraban de soledad y renegaban de la incomodidad. Todo era un entumecido
desastre. En pocos meses la idea de la bolsa se le había convertido en una
catástrofe.
Saltó de su cama y fue directo a abrir
la bolsa. Tardó veintinueve días, casi un mes, en romperla, sacaba nylon y
sacaba.. y sacaba interminablemente hasta que logró que todos quedaran
fuera. Abrió las puertas y ventanas de
su casa y los dejó ir. A todos.
Nunca entendió por qué el
elefante se quedó mirándolo fijo. “Vete, eres libre” Le aconsejó acongojado,
pero haciendo caso omiso el elefante llevó su trompa hasta la boca, sacó de allí
un cofre y se lo entregó; “Ya que no tienes bolsa ni seres imaginarios te
regalo este cofre, aquí podrás guardar los recuerdos, que ocupan menos lugar y
no reniegan”. Así el elefante se convirtió en nube y se metió dentro.
El silencio reinó en la casa
desde ese día, aunque a veces el cofre retumbaba como si una estampida dentro
quisiera salir.