La buena pipa de Grondona
El cuento de la buena pipa es tan viejo que la mayoría de los niños no lo conoce.
Comenzaba una y otra vez de la misma manera y jamás terminaba. Con el tiempo, los chicos aprendían que era una broma de los grandes.
Este martes 27 de diciembre de 2011, La Nación deportiva publica una sentencia de Julio Humberto Grondona relativa a los clubes de la Asociación del Fútbol Argentino que preside desde 1979: "El que tiene deudas no inscribirá nuevos jugadores".
Leer esto es lindo para un niño, especialmente si nada sabe de fútbol nacional. Lo invita a creer en la justicia, a seguir ignorando el significado del término impunidad. Hasta que un adulto le cuente que frases por el estilo no han impedido a los clubes grandes endeudados contratar futbolistas mientras dirigencias como las de Gimnasia de Jujuy, que incorporan jugadores sólo si pueden, se van al descenso insultadas por los hinchas.
Por lo menos, el cuento de la buena pipa era un pasatiempo, no un modus operandi.
Un blog variopinto, con textos ligados a pensamientos, sensaciones, descripciones, narraciones, sentimientos, ocurrencias y reflexiones sobre temas periodísticos sin correr tras primicias. Miradas acerca de lo que nos pasa, lo que nos gustaría, lo que perdimos y lo que soñamos.
27/12/11
23/12/11
Impuestazo a la libertad
Chen Wei no dice nada para la mayoría en estas tierras. Curiosamente, fue condenado por decir demasiado.
Ocurre así con los nombres chinos. Y es lo que les pasa a los que intentan expresarse en los regímenes totalitarios.
La cadena inglesa BBC informa que el escritor fue sentenciado a nueve años de prisión por “incitar a la subversión”, tal como se rotuló su lucha por la democracia.
Su afán expresivo le costó su libertad. Una paradoja tan brutal como el régimen del gobierno chino.
“La democracia prevalecerá”, manifestó Chen Wei. Es probable que su lucha resulte vana. Con suerte, engrosará la lista de los que pagaron en vida el altísimo costo de un futuro mejor.
Anteojeras
Los premios Olimpia son entregados por el Círculo de Periodistas Deportivos de Buenos Aires, que flaco favor le hace al estereotipo del porteño centralista.
En 2011, este cuerpo colegiado -o sea que sus decisiones no son las de uno sino las de varios- consideró que el mejor futbolista del medio local había sido Juan Román Riquelme. El que le metió un gol a Unión de Santa Fe, la rompió contra Estudiantes, organizó ataques en el 1-0 a San Martín de San Juan. El que, según declaraciones de sus compañeros, fue un líder positivo tras el retiro de Martín Palermo. La figura de anchas espaldas que absorbió presión cuando el vicepresidente Juan Carlos Crespi sugirió, cumplida la primera fecha del certamen, que cabía pensar en un plan B para el entrenador Julio Falcioni, luego conductor del campeón invicto.
Méritos como para el agradecimiento que a Riquelme le tributaron los hinchas de Boca. De ninguna manera, suficientes para ser elegido el mejor futbolista de los campeonatos argentinos 2011.
Franco Damián Vázquez, transferido al Palermo de Italia sin pasar por equipos de Buenos Aires, fue el estratega de Belgrano y algo más. Con piernas como para pisar el área, le metió un golazo a la firme defensa de Vélez, hizo el del 1-0 sobre Arsenal en su último partido en el club y fue el salto de calidad de los cordobeses en el ascenso a Primera.
Pensar que el Olimpia no fue para Vázquez porque Belgrano subió a costa del primer descenso de River sería un prejuicio antiporteño. Al cabo, no hubo Olimpia para Diego Villar, ese barbado mediocampista derecho de Godoy Cruz ubicuo, solidario para recobrar el balón, astuto para pasarlo y principal asistidor de Rubén Ramírez, goleador del torneo que concluyó apenas días antes de la entrega de los premios.
Tampoco lo ganó Juan Manuel Martínez, el delantero por cuya labor Vélez tendría que haber goleado a Peñarol en aquel 2-1 que no alcanzó para avanzar a la final de la Libertadores 2011. El mismo que hizo evocar a Maradona por su capacidad de eludir defensores pegados a la línea de fondo y, lejos de irse con pelota y todo, mandar centros de gol.
No se trata de centralismo geográfico. El error es tener ojos únicamente para grandes figuras mediáticas.
Chen Wei no dice nada para la mayoría en estas tierras. Curiosamente, fue condenado por decir demasiado.
Ocurre así con los nombres chinos. Y es lo que les pasa a los que intentan expresarse en los regímenes totalitarios.
La cadena inglesa BBC informa que el escritor fue sentenciado a nueve años de prisión por “incitar a la subversión”, tal como se rotuló su lucha por la democracia.
Su afán expresivo le costó su libertad. Una paradoja tan brutal como el régimen del gobierno chino.
“La democracia prevalecerá”, manifestó Chen Wei. Es probable que su lucha resulte vana. Con suerte, engrosará la lista de los que pagaron en vida el altísimo costo de un futuro mejor.
Anteojeras
Los premios Olimpia son entregados por el Círculo de Periodistas Deportivos de Buenos Aires, que flaco favor le hace al estereotipo del porteño centralista.
En 2011, este cuerpo colegiado -o sea que sus decisiones no son las de uno sino las de varios- consideró que el mejor futbolista del medio local había sido Juan Román Riquelme. El que le metió un gol a Unión de Santa Fe, la rompió contra Estudiantes, organizó ataques en el 1-0 a San Martín de San Juan. El que, según declaraciones de sus compañeros, fue un líder positivo tras el retiro de Martín Palermo. La figura de anchas espaldas que absorbió presión cuando el vicepresidente Juan Carlos Crespi sugirió, cumplida la primera fecha del certamen, que cabía pensar en un plan B para el entrenador Julio Falcioni, luego conductor del campeón invicto.
Méritos como para el agradecimiento que a Riquelme le tributaron los hinchas de Boca. De ninguna manera, suficientes para ser elegido el mejor futbolista de los campeonatos argentinos 2011.
Franco Damián Vázquez, transferido al Palermo de Italia sin pasar por equipos de Buenos Aires, fue el estratega de Belgrano y algo más. Con piernas como para pisar el área, le metió un golazo a la firme defensa de Vélez, hizo el del 1-0 sobre Arsenal en su último partido en el club y fue el salto de calidad de los cordobeses en el ascenso a Primera.
Pensar que el Olimpia no fue para Vázquez porque Belgrano subió a costa del primer descenso de River sería un prejuicio antiporteño. Al cabo, no hubo Olimpia para Diego Villar, ese barbado mediocampista derecho de Godoy Cruz ubicuo, solidario para recobrar el balón, astuto para pasarlo y principal asistidor de Rubén Ramírez, goleador del torneo que concluyó apenas días antes de la entrega de los premios.
Tampoco lo ganó Juan Manuel Martínez, el delantero por cuya labor Vélez tendría que haber goleado a Peñarol en aquel 2-1 que no alcanzó para avanzar a la final de la Libertadores 2011. El mismo que hizo evocar a Maradona por su capacidad de eludir defensores pegados a la línea de fondo y, lejos de irse con pelota y todo, mandar centros de gol.
No se trata de centralismo geográfico. El error es tener ojos únicamente para grandes figuras mediáticas.
20/12/11
Algunas son correctas
Estas dos preguntas invitan a pensar cómo educar a un adolescente.
1. ¿Qué es más irrespetuoso?
a) Decirle: "Si querés ayudar, prepará un huevo pasado por agua, eso sí que lo sabés hacer".
b) Empujarlo a la frustración al proponerle lo que a priori es imposible que realice.
c) Hacerle creer que entre él y el futbolista Lionel Messi no hay grandes diferencias.
d) Jamás pedirle colaboración.
2. ¿Cómo se ayuda a que un adolescente madure?
a) Dándole la llave de la casa a sabiendas de que pierde casi todo.
b) Mandándole mensajes de texto cada quince minutos.
c) Pidiéndole que sea sociable mientras nos hacemos negar por teléfono.
d) Llevándolo al cabaret.
e) Saliendo con una chica cinco años mayor que él.
f) Planteándole que los hijos "son hijos de la vida", por lo cual "que te eduque Montoto".
g) Escuchándolo.
h) Mostrándole equipos de fútbol que ganaron desde la belleza, otros que se impusieron mediante la trampa, y que él elija.
i) Avisándole que siempre hay alguien más vivo que uno.
j) Recordándole que equivocarse es inevitable, pero no es cuestión de que cometa errores que le cuesten la vida.
k) Enseñándole que el esfuerzo y la constancia dignifican aunque no deparen medallas.
l) Sentándose a su lado a ver Showmatch.
Con gusto se recibirán inquietudes.
Estas dos preguntas invitan a pensar cómo educar a un adolescente.
1. ¿Qué es más irrespetuoso?
a) Decirle: "Si querés ayudar, prepará un huevo pasado por agua, eso sí que lo sabés hacer".
b) Empujarlo a la frustración al proponerle lo que a priori es imposible que realice.
c) Hacerle creer que entre él y el futbolista Lionel Messi no hay grandes diferencias.
d) Jamás pedirle colaboración.
2. ¿Cómo se ayuda a que un adolescente madure?
a) Dándole la llave de la casa a sabiendas de que pierde casi todo.
b) Mandándole mensajes de texto cada quince minutos.
c) Pidiéndole que sea sociable mientras nos hacemos negar por teléfono.
d) Llevándolo al cabaret.
e) Saliendo con una chica cinco años mayor que él.
f) Planteándole que los hijos "son hijos de la vida", por lo cual "que te eduque Montoto".
g) Escuchándolo.
h) Mostrándole equipos de fútbol que ganaron desde la belleza, otros que se impusieron mediante la trampa, y que él elija.
i) Avisándole que siempre hay alguien más vivo que uno.
j) Recordándole que equivocarse es inevitable, pero no es cuestión de que cometa errores que le cuesten la vida.
k) Enseñándole que el esfuerzo y la constancia dignifican aunque no deparen medallas.
l) Sentándose a su lado a ver Showmatch.
Con gusto se recibirán inquietudes.
13/12/11
Sorpresas en la verdulería
Un verdulero le contesta mal a una clienta a la que no había durazno que la conformase.
-Ay, qué grosero. ¿Quién lo educó? -es la reacción.
-Usted -le replica el padre del verdulero, a cargo del almacén.
-¿Cómo?
-Usted, que ni siquiera se acuerda de que Hernán fue a su escuela del '93 al '96.
-Habrá sido otra maestra, los míos no salieron así -se defendió acusando ella, que pagó y salió.
"La maestra es la plaga nacional", afirmó Eduardo a la siguiente mujer, también docente.
Ella sabía que ese tipo de frases era uno de los pasatiempos favoritos de ese hombre que también entre sonrisas pedía que le dieran "una metralleta para terminar en quince días con los piquetes".
"Usted sabe que no me gustan las generalizaciones", planteó Silvana.
-A mí tampoco, de todas las clientas sos la única con la que me casaría -la sorprendió Hernán.
Un verdulero le contesta mal a una clienta a la que no había durazno que la conformase.
-Ay, qué grosero. ¿Quién lo educó? -es la reacción.
-Usted -le replica el padre del verdulero, a cargo del almacén.
-¿Cómo?
-Usted, que ni siquiera se acuerda de que Hernán fue a su escuela del '93 al '96.
-Habrá sido otra maestra, los míos no salieron así -se defendió acusando ella, que pagó y salió.
"La maestra es la plaga nacional", afirmó Eduardo a la siguiente mujer, también docente.
Ella sabía que ese tipo de frases era uno de los pasatiempos favoritos de ese hombre que también entre sonrisas pedía que le dieran "una metralleta para terminar en quince días con los piquetes".
"Usted sabe que no me gustan las generalizaciones", planteó Silvana.
-A mí tampoco, de todas las clientas sos la única con la que me casaría -la sorprendió Hernán.
12/12/11
Alumno sincero penado
Adrián Ramírez tenía que exponer en diciembre para aprobar Formación Etica y Ciudadana. Se la llevó porque el profesor se había sentido destinatario de la expresión “hay tipos que son un desastre y se enjuagan la boca hablando de la ética”. Aunque negó haberle apuntado, Ramírez pagó dado que “usted no tiene derecho de hablar así de quienes le enseñan. Sepa, estimado, que los profesores trabajamos para que usted un día nos supere”.
-Pero al paso que vamos, los voy a superar antes de quinto año –replicó el alumno de cuarto, instantes previos a que el profesor fuera a buscar al director.
El conflicto se resolvió con un apercibimiento, un pedido de disculpas en la sala de profesores y la producción de este texto alusivo, cuya defensa oral será mañana.
Ernesto Weissmann, especialista en Toma de Decisiones, dijo en una entrevista a Clarín que “el azar juega un rol mucho más importante del que estamos dispuestos a admitir. Hay muy malos resultados a partir de buenas decisiones, y viceversa”. Coincido. No fue mala mi decisión de decir lo que todos sabemos que sucede, en todo caso fue inconveniente. Si la juzgo a partir del resultado (tengo que venir en diciembre pese a que el resto de las notas me daba para aprobar), le erré feo. Pero aunque tenga 16 años ya sé bien que no siempre a uno le va bien por marcar lo que tiene derecho a marcar. ¡Y tengo derecho a decirlo! Obvio que tengo derecho a decirlo porque soy un alumno responsable, educado y por eso hago las tareas, entre ellas venir a clase y disimular bastante el aburrimiento.
A lo mejor usted, profesor, coincida con mi apreciación no obstante lo cual me aplique esta medida como una muestra de lo que me puede pasar en un trabajo si le planteo algo así al jefe. Si eso fue lo que guió su acción, le agradezco. Mis amigos me preguntaron si yo quería venir en diciembre. Más vale que no. Lo que pasa es que hay profesores que a uno le piden lo que ellos no hacen y eso da bronca, es incoherente. Usted nos habla de lo justo y lo injusto. Y qué quiere que le diga, es injusto que hable de ética alguna gente que no es ética como docente. A nadie le pido que sea genial fuera del aula como a mí tampoco me analizan como vecino o hijo o hermano. Y le digo más: tampoco soy fiscal de la Nación ni inspector ni director para juzgar si los profesores son éticos. Lo que pasa es que me saca, me irrita un montón, que saquen chapa de éticos cuando no lo son. Es como si el dictador Franco hubiera dicho “yo soy tolerante”. No me vengan…
Vuelvo a agradecer si usted me quiere socializar –¿vio que me acuerdo de los conceptos?- para el mundo que hay, no para el ideal. Capaz que usted prefiera que yo siga pensando libremente y hablando según convenga. En algún punto lo entiendo, usted no quiere sentir culpa si mañana un patrón me echa por decirle en la cara una verdad que no le gusta.
En cuanto a lo otro, eso de que al paso que nos enseñan vamos a superar a varios profesores antes de terminar el colegio, reconozco que se me fue la mano. Me tengo que disculpar, eso está claro.
Adrián Ramírez tenía que exponer en diciembre para aprobar Formación Etica y Ciudadana. Se la llevó porque el profesor se había sentido destinatario de la expresión “hay tipos que son un desastre y se enjuagan la boca hablando de la ética”. Aunque negó haberle apuntado, Ramírez pagó dado que “usted no tiene derecho de hablar así de quienes le enseñan. Sepa, estimado, que los profesores trabajamos para que usted un día nos supere”.
-Pero al paso que vamos, los voy a superar antes de quinto año –replicó el alumno de cuarto, instantes previos a que el profesor fuera a buscar al director.
El conflicto se resolvió con un apercibimiento, un pedido de disculpas en la sala de profesores y la producción de este texto alusivo, cuya defensa oral será mañana.
Ernesto Weissmann, especialista en Toma de Decisiones, dijo en una entrevista a Clarín que “el azar juega un rol mucho más importante del que estamos dispuestos a admitir. Hay muy malos resultados a partir de buenas decisiones, y viceversa”. Coincido. No fue mala mi decisión de decir lo que todos sabemos que sucede, en todo caso fue inconveniente. Si la juzgo a partir del resultado (tengo que venir en diciembre pese a que el resto de las notas me daba para aprobar), le erré feo. Pero aunque tenga 16 años ya sé bien que no siempre a uno le va bien por marcar lo que tiene derecho a marcar. ¡Y tengo derecho a decirlo! Obvio que tengo derecho a decirlo porque soy un alumno responsable, educado y por eso hago las tareas, entre ellas venir a clase y disimular bastante el aburrimiento.
A lo mejor usted, profesor, coincida con mi apreciación no obstante lo cual me aplique esta medida como una muestra de lo que me puede pasar en un trabajo si le planteo algo así al jefe. Si eso fue lo que guió su acción, le agradezco. Mis amigos me preguntaron si yo quería venir en diciembre. Más vale que no. Lo que pasa es que hay profesores que a uno le piden lo que ellos no hacen y eso da bronca, es incoherente. Usted nos habla de lo justo y lo injusto. Y qué quiere que le diga, es injusto que hable de ética alguna gente que no es ética como docente. A nadie le pido que sea genial fuera del aula como a mí tampoco me analizan como vecino o hijo o hermano. Y le digo más: tampoco soy fiscal de la Nación ni inspector ni director para juzgar si los profesores son éticos. Lo que pasa es que me saca, me irrita un montón, que saquen chapa de éticos cuando no lo son. Es como si el dictador Franco hubiera dicho “yo soy tolerante”. No me vengan…
Vuelvo a agradecer si usted me quiere socializar –¿vio que me acuerdo de los conceptos?- para el mundo que hay, no para el ideal. Capaz que usted prefiera que yo siga pensando libremente y hablando según convenga. En algún punto lo entiendo, usted no quiere sentir culpa si mañana un patrón me echa por decirle en la cara una verdad que no le gusta.
En cuanto a lo otro, eso de que al paso que nos enseñan vamos a superar a varios profesores antes de terminar el colegio, reconozco que se me fue la mano. Me tengo que disculpar, eso está claro.
Red de daño
“Paraguayitas vip” es el texto de los volantes colocados en un cartel sobre la vereda de Lima (tramo sur de la 9 de Julio). También en Cerrito, zona norte de la misma avenida en Buenos Aires, y en varias calles paralelas e innumerables lugares del país, se ofrece prostitución.
Detrás debe haber una historia de falsas promesas laborales, de miseria extrema. De acostumbramiento, de resignación. De injusticia, de impunidad. De clientes, de engranajes necesarios para que la explotación se perpetúe.
Los proxenetas ya no tienen permiso legal para publicar avisos en los diarios, lo cual es un avance toda vez que les resta visibilidad en el mercado. El problema es que siguen teniendo permiso social. El machismo prueba cuán fácil se aprenden algunas materias por fuera de la educación formal. Distinto pasa con la autocrítica, previa desde hace años. No todo es culpa de la presidenta, ni de los docentes.
8/12/11
Patriotismo nunca más
“Mi marido es un patriota”. ¿Quién lo dijo? En un ejercicio de opción múltiple, casi nadie atinaría con Sonia de Cavallo, la esposa del exministro de Economía de la Argentina. En la entrevista televisiva que dio cabida a estas palabras tal vez se tendría que haber definido en qué consistía el patriotismo. Ya en tierras de la metodología de la investigación, se podría haber tomado la frase como un indicador de que el amor es ciego.
Si la patria es un corralito, entonces Domingo Cavallo les gana por un campo a San Martín, Belgrano, el tambor de Tacuarí y el sargento Cabral juntos.
Si el patriotismo se ejerce desde la pérdida de derechos económicos, el hombre que hablaba inglés cual alumno de segundo año secundario llenó a los ciudadanos de deberes bajo el lema “la letra con sangre entra”.
Debe haber sido difícil para los periodistas que recogieron la declaración de Sonia de Cavallo elegir el verbo correcto para atribuirle la cita. Al fin de cuentas, el corralito le impidió a la ciudadanía retirar de los bancos su propio dinero. Que esto haya sido originado por un hombre del liberalismo es una de las paradojas más brutales de la historia económica nacional. La violencia se equipara a la de un marido que le dice a su mujer “yo gano 6 mil por mes, pero a vos te voy a dar diez pesos diarios. Y gracias”. Semejante abuso de poder grafica la naturaleza de la elección.
Sería injusto olvidar que la medida tuvo lugar en un contexto de bajo consumo y de desocupación durante la presidencia de Fernando De la Rua. El problema para el exministro es que al mirar atrás para hallar culpables encontraba un espejo: hombre de la gestión de Carlos Menem, había sido actor principal de la Convertibilidad, una de ficción económica que les gustó a muchos más argentinos de los que hoy lo admiten. Cavallo no fue el único responsable, sí fue de los centrales tanto en aquel “milagro argentino” del que se habló en la prensa extranjera a inicios de los noventa como en el dolor con el que millones de personas arrancaron el siglo 21.
Con esta perspectiva, ¿cómo sería justo completar la expresión? Alternativas:
“Mi marido es un patriota”, aseveró Sonia de Cavallo.
“Mi marido es un patriota”, deliró.
“Mi marido es un patriota”, afirmó.
“Mi marido es un patriota”, comentó.
“Mi marido es un patriota”, sostuvo.
“Mi marido es un patriota”, se burló.
“Mi marido es un patriota”, ironizó.
“Mi marido es un patriota”, mintió.
“Mi marido es un patriota”, consideró Sonia, tal vez bígama.
Cambiate de lugar
El trabajo está listo, se dijo y sonrió tal vez por cuarta vez en el día. Había conseguido que le funcionara la computadora nueva. Quizás por el calor, seguro por los nervios, había sentido que estaba pesado en el cibercafé donde el mozo lo ayudó a aprender cómo era eso de una máquina que no tenía mouse. Minutos después, él solo encontró que para escribir @ había que apretar las teclas Alt y Q.
El hombre recordó a algunas personas con las que no había sido lo paciente que debía; se culpó y se consoló después, al recordar que las enseñanzas a familiares son mala idea.
Siguió los pasos del manual de instrucciones, se fijó si las letras estaban escritas con las debidas mayúsculas, apretó enter y entró en Internet. ¡La alegría que sintió!
En ese momento se dio cuenta de por qué tantas personas mayores de 50 años eligen estudiar en talleres vocacionales. Es lindo sentir que las vallas no son tan altas como se las ve antes de saltar o en los primeros intentos. Volvió a pensar que nunca es suficiente la paciencia de quien está a cargo de enseñar. Sintió que era cierto eso de que a veces la vida a colores se despliega como un atlas. Y encima, esa tarde había ganado Boca y el lunes era feriado.
18/11/11
Pronóstico personal
"En La Tregua, el personaje de Marilina Ross es tan hija y hermana que se olvida de vivir" escribió Adrián Ramírez. Tachó cuando notó que la sentencia era parecida a "¿y vos cuándo vivís?", pregunta que lo sublevaba por la incomprensión de la que surgía. Embalado, continuó: "Algunos creen que si a uno le sobra el tiempo, entonces no vive, que si trabaja unas cuantas horas, atrofia su vida. Por supuesto que hay contextos y actividades alienantes, absurdas, a las que tal vez me anime a renunciar un día que no saque cuentas o a reemplazar si achico el miedo a lo nuevo. Pero hay ocupaciones cuyas amarguras son mucho más útiles, tienen un sentido, y llevarlas a cabo es vivir, mal que les pese a algunos que no lo entienden".
El muchacho se acordó de la dulce y hacendosa Blanca, ama de casa encarnada por Marilina Ross en la película de Sergio Renán. De sus palabras semejantes a "siento que tengo que hacer algo, no quiero que se me vayan los años". Algo menos enojado, Ramírez sintió que a esa confesión sí le cabía la equivalencia con "¿y vos cuándo vivís?". Se acomodó el pelo, se acordó del Jack Baker de Los Fabulosos Baker Boys, de su lucha entre seguridad económica inerte y necesidad de cambio... Releyó la proposición laboral que le hacían y presintió que el futuro iba a gustarle.
"En La Tregua, el personaje de Marilina Ross es tan hija y hermana que se olvida de vivir" escribió Adrián Ramírez. Tachó cuando notó que la sentencia era parecida a "¿y vos cuándo vivís?", pregunta que lo sublevaba por la incomprensión de la que surgía. Embalado, continuó: "Algunos creen que si a uno le sobra el tiempo, entonces no vive, que si trabaja unas cuantas horas, atrofia su vida. Por supuesto que hay contextos y actividades alienantes, absurdas, a las que tal vez me anime a renunciar un día que no saque cuentas o a reemplazar si achico el miedo a lo nuevo. Pero hay ocupaciones cuyas amarguras son mucho más útiles, tienen un sentido, y llevarlas a cabo es vivir, mal que les pese a algunos que no lo entienden".
El muchacho se acordó de la dulce y hacendosa Blanca, ama de casa encarnada por Marilina Ross en la película de Sergio Renán. De sus palabras semejantes a "siento que tengo que hacer algo, no quiero que se me vayan los años". Algo menos enojado, Ramírez sintió que a esa confesión sí le cabía la equivalencia con "¿y vos cuándo vivís?". Se acomodó el pelo, se acordó del Jack Baker de Los Fabulosos Baker Boys, de su lucha entre seguridad económica inerte y necesidad de cambio... Releyó la proposición laboral que le hacían y presintió que el futuro iba a gustarle.
¡Grande, Seinfeld!
Una comedia bien hecha causa gracia donde la vida real duele.
En poco más de veinte minutos, Seinfeld circula jocosamente por varios padecimientos y aporta a la reflexión psicológica.
En un episodio, Jerry y George advierten que son adultos que actúan como chicos, le temen al compromiso (teléfono para varios) y se encaminan a envejecer solos.
Jerry decide reanudar un noviazgo. Lo aceptan.
George resuelve proponerle matrimonio a Susan. Boda a la vista.
En la cena de reconciliación, Jerry ve a su chica comer las arvejas de a una y determina que es preferible la soledad.
Pasados unos mimos, George llama a sus padres para transmitirles la buena nueva. Su mamá le pide hablar con Susan y lo consigue:
-¿Lo amas?
-Sí.
-¿Mucho?
-Sí.
-¿Puedo preguntarte por qué?
El crudo diagnóstico que encierra la pregunta de mamá Stella y los gritos de fondo de papá Frank permiten entender tanta inseguridad y otras debilidades de George, que acaba cortando ante la piadosa mirada de su prometida.
La alegría también se le empaña al calvo retacón cuando se entera de que Jerry no se embarcará en la vida en pareja. "Creí que teníamos un pacto", le reclama. "Si mi amigo no se casa y yo sí, le debo estar errando" es de suponer que piensa George. Entonces le sugiere a su novia postergar el matrimonio. Las lágrimas de ella lo hacen volver sobre sus pasos. Al día siguiente el que llora es él y así ella consiente diferir el casamiento de diciembre a marzo.
Una comedia bien hecha causa gracia donde la vida real duele.
En poco más de veinte minutos, Seinfeld circula jocosamente por varios padecimientos y aporta a la reflexión psicológica.
En un episodio, Jerry y George advierten que son adultos que actúan como chicos, le temen al compromiso (teléfono para varios) y se encaminan a envejecer solos.
Jerry decide reanudar un noviazgo. Lo aceptan.
George resuelve proponerle matrimonio a Susan. Boda a la vista.
En la cena de reconciliación, Jerry ve a su chica comer las arvejas de a una y determina que es preferible la soledad.
Pasados unos mimos, George llama a sus padres para transmitirles la buena nueva. Su mamá le pide hablar con Susan y lo consigue:
-¿Lo amas?
-Sí.
-¿Mucho?
-Sí.
-¿Puedo preguntarte por qué?
El crudo diagnóstico que encierra la pregunta de mamá Stella y los gritos de fondo de papá Frank permiten entender tanta inseguridad y otras debilidades de George, que acaba cortando ante la piadosa mirada de su prometida.
La alegría también se le empaña al calvo retacón cuando se entera de que Jerry no se embarcará en la vida en pareja. "Creí que teníamos un pacto", le reclama. "Si mi amigo no se casa y yo sí, le debo estar errando" es de suponer que piensa George. Entonces le sugiere a su novia postergar el matrimonio. Las lágrimas de ella lo hacen volver sobre sus pasos. Al día siguiente el que llora es él y así ella consiente diferir el casamiento de diciembre a marzo.
Diaria agresión
“Al paso que vamos, los próximos diccionarios van a decir ‘tú/ usted/ vos/ boludo”, vaticinó Adrián Ramírez en el parcial de Sociolingüística.
Tachó un par de líneas y agregó: “Lo malo no es solamente cómo algunos tratan sino como otros se dejan tratar. Porque si un amigo dice: ‘Che, boludo, vení a tomar mates’ y yo no le recuerdo que me llamo Adrián, estoy contribuyendo a que me siga llamando así”.
Su producción seguía de este modo: “No me preocupa que los árbitros de fútbol lo acepten; si se van a poner a dialogar con cada hincha que los insulta no van a ver nada de lo que pasa dentro de la cancha. Lo que sí resulta peligroso es que entre pares se elija semejante trato. Lo menos que se le puede pedir a un amigo es que nos respete. Además, si el término se usa como pronombre y uno es medio tonto, acaso no sabrá distinguir las ocasiones en que se lo apliquen como adjetivo.
¿Será que nos tratamos tan mal que dejamos de percibir la dureza de algunos rótulos? Naturalizar agresiones es un proceso y, como tal, admite variaciones en el tiempo. O sea que hay esperanzas”.
Cita para exitistas
De la profesora de Expresión Oral y Escrita, Julieta había aprendido a usar citas para introducir un tema. Leyó en la claringrilla del domingo que “la gente por lo general soporta mucho mejor que se hable de sus vicios y crímenes que de sus fracasos”. Se enteró de que el autor era Lord Chesterfield. Le preguntó a su padre si tendría algo que ver con el fabricante de fijador para el cabello, se quejó por su risa, recordó que era Lord Cheseline y volvió a su pieza.
Julieta sintió que la frase retrataba a unos cuantos exitistas que no se tenían por tales. “Qué curioso. Tipos que descalifican a los equivocados ni cuenta se dan de lo errados que están en sus autodiagnósticos”.
Eran los 0.17. Julieta escribió esto y dejó la redacción del trabajo práctico para unas horas después.
Progreso
Desde hace dos años, Ezequiel y Melisa viven en el mismo barrio.
Desde hace un año se saludan.
Desde hace tres meses tienen un bebé.
“Al paso que vamos, los próximos diccionarios van a decir ‘tú/ usted/ vos/ boludo”, vaticinó Adrián Ramírez en el parcial de Sociolingüística.
Tachó un par de líneas y agregó: “Lo malo no es solamente cómo algunos tratan sino como otros se dejan tratar. Porque si un amigo dice: ‘Che, boludo, vení a tomar mates’ y yo no le recuerdo que me llamo Adrián, estoy contribuyendo a que me siga llamando así”.
Su producción seguía de este modo: “No me preocupa que los árbitros de fútbol lo acepten; si se van a poner a dialogar con cada hincha que los insulta no van a ver nada de lo que pasa dentro de la cancha. Lo que sí resulta peligroso es que entre pares se elija semejante trato. Lo menos que se le puede pedir a un amigo es que nos respete. Además, si el término se usa como pronombre y uno es medio tonto, acaso no sabrá distinguir las ocasiones en que se lo apliquen como adjetivo.
¿Será que nos tratamos tan mal que dejamos de percibir la dureza de algunos rótulos? Naturalizar agresiones es un proceso y, como tal, admite variaciones en el tiempo. O sea que hay esperanzas”.
Cita para exitistas
De la profesora de Expresión Oral y Escrita, Julieta había aprendido a usar citas para introducir un tema. Leyó en la claringrilla del domingo que “la gente por lo general soporta mucho mejor que se hable de sus vicios y crímenes que de sus fracasos”. Se enteró de que el autor era Lord Chesterfield. Le preguntó a su padre si tendría algo que ver con el fabricante de fijador para el cabello, se quejó por su risa, recordó que era Lord Cheseline y volvió a su pieza.
Julieta sintió que la frase retrataba a unos cuantos exitistas que no se tenían por tales. “Qué curioso. Tipos que descalifican a los equivocados ni cuenta se dan de lo errados que están en sus autodiagnósticos”.
Eran los 0.17. Julieta escribió esto y dejó la redacción del trabajo práctico para unas horas después.
Progreso
Desde hace dos años, Ezequiel y Melisa viven en el mismo barrio.
Desde hace un año se saludan.
Desde hace tres meses tienen un bebé.
12/11/11
Palabra bastardeada
Un filósofo señaló que muchas personas juntan amigos en Facebook como quien colecciona figuritas.
Otro hombre de las ciencias humanas había dicho antes que al siglo 21 se entraría con el mito "más es mejor".
Las frases se juntan y suman realidades tales como personas que tienen más de mil amigos, programas de radio o televisión que buscan llegar a los 50 mil seguidores o cifras superiores como si eso fuera un seguro de calidad.
"El otro día estaba dando vueltas por Facebook, te vi y te mandé la solicitud", le dijo un compañero del fútbol de los sábados a otro. Cerca de un año transcurrió desde el último partido a ese fortuito encuentro en la calle. No se habían preocupado en averiguar si el casado tendría más hijos, si el soltero estaría de novio, si el desempleo había irrumpido en sus vidas o si habían cambiado de sexo. La amistad no se ejercía. Sin embargo, ¿por qué no simularla si sólo cuesta un clic, agranda el número de contactos y es una nueva figurita para el album?
Un filósofo señaló que muchas personas juntan amigos en Facebook como quien colecciona figuritas.
Otro hombre de las ciencias humanas había dicho antes que al siglo 21 se entraría con el mito "más es mejor".
Las frases se juntan y suman realidades tales como personas que tienen más de mil amigos, programas de radio o televisión que buscan llegar a los 50 mil seguidores o cifras superiores como si eso fuera un seguro de calidad.
"El otro día estaba dando vueltas por Facebook, te vi y te mandé la solicitud", le dijo un compañero del fútbol de los sábados a otro. Cerca de un año transcurrió desde el último partido a ese fortuito encuentro en la calle. No se habían preocupado en averiguar si el casado tendría más hijos, si el soltero estaría de novio, si el desempleo había irrumpido en sus vidas o si habían cambiado de sexo. La amistad no se ejercía. Sin embargo, ¿por qué no simularla si sólo cuesta un clic, agranda el número de contactos y es una nueva figurita para el album?
Buenos docentes queribles
"Hacé el bien", le dijo Laura como al inicio de cada día. Su padre le había enseñado ese saludo que ponía en práctica en los diferentes ámbitos de su vida.
"Hay que insistir, perseverar" fue otra de las frases de ese hombre sincero, autocrítico y humilde al punto de reconocer públicamente errores de los que muy pocos se acordaban.
"No hay que envanecerse, son dones", sugería a quienes se destacaban en la redacción. Si los escuchaba sentenciar "hay que ser muy imbécil como para...", encontraba la manera clara y afectuosa de enseñar calificativos certeros y a la vez tolerantes.
A veces en mangas de camisa, otras de saco, era capaz de hacerse de tiempo para escuchar en la oficina o en su casa a quien lo necesitara.
"¿Ese muchacho está descansando bien? Vos que sos amigo preguntale", planteaba si veía mal a alguien. Leía con ojo clínico los textos y con afecto a los alumnos que los producían.
Ya en 1995 instaba a prestarle atención a Internet y a capacitarse en informática.
En sus clases apelaba tanto a las definiciones, a los ejemplos y a las analogías como al juego de roles. Dado que le gustaba enseñar, era capaz de dar un taller extraclase los viernes al mediodía. Por eso mismo había armado apuntes sobre prohombres del periodismo, entre ellos Chantecler y Félix Frascara.
"El titular es el escaparate, la vidriera", conceptualizaba al tiempo que ampliaba el vocabulario de los jóvenes, a varios de los cuales les ofreció contactos laborales. "Las frases deben ser de extensión variada, como la duración de las escenas en una película". "Una crónica es como un viaje: antes de llegar a destino se pasa por varias estaciones". "El mejor conector es el punto". "La palabra pero es menos necesaria de lo que uno cree" fueron algunas de sus normas.
El amor depara curiosidades como esta. La mayoría de los estudiantes conoció a Lionel Gioda como genial maestro de periodistas. Sin embargo, lo primero que en general resaltan es su cariño, su paciencia, su tacto.
Si el entrenador César Menotti los hubiera visto, tal vez habría dicho que equivalían a una de sus admiradas "pequeñas sociedades", expresión que usaba para referir a duplas de futbolistas afines. Porque junto a Gioda trabajaba una mujer que hacía docencia sin creérsela. Cómo sería que había armado un material de 200 y pico de páginas acerca de dos siglos de periodismo e historia argentinos y lo llamaba "mamotreto".
Amigable de aspecto serio, rescataba lo bueno aunque no respondiese a la consigna. Si un par de jóvenes construía valiosas notas de color en vez de notas de interés humano, las elogiaba y marcaba la diferencia.
"Cierre de broche" era lo que ponía al lado de una frase final que agregaba caracteres, no sentido.
Corregía con una birome o microfibra negra, fumaba Le Mans suave y escuchaba sin fastidio, en horas de consulta y después, desde dudas sobre la materia hasta preguntas sobre qué visitar en Buenos Aires.
Aparte escribir le atraía la diagramación.
Cultivaba la gratitud con gestos concretos como invitar a cenar a los alumnos ayudantes de cátedra.
Liliana Llobet también despertó evocaciones que trascendieron todo lo que enseñó y sigue compartiendo en torno a periodismo y comunicación impresa.
"Hacé el bien", le dijo Laura como al inicio de cada día. Su padre le había enseñado ese saludo que ponía en práctica en los diferentes ámbitos de su vida.
"Hay que insistir, perseverar" fue otra de las frases de ese hombre sincero, autocrítico y humilde al punto de reconocer públicamente errores de los que muy pocos se acordaban.
"No hay que envanecerse, son dones", sugería a quienes se destacaban en la redacción. Si los escuchaba sentenciar "hay que ser muy imbécil como para...", encontraba la manera clara y afectuosa de enseñar calificativos certeros y a la vez tolerantes.
A veces en mangas de camisa, otras de saco, era capaz de hacerse de tiempo para escuchar en la oficina o en su casa a quien lo necesitara.
"¿Ese muchacho está descansando bien? Vos que sos amigo preguntale", planteaba si veía mal a alguien. Leía con ojo clínico los textos y con afecto a los alumnos que los producían.
Ya en 1995 instaba a prestarle atención a Internet y a capacitarse en informática.
En sus clases apelaba tanto a las definiciones, a los ejemplos y a las analogías como al juego de roles. Dado que le gustaba enseñar, era capaz de dar un taller extraclase los viernes al mediodía. Por eso mismo había armado apuntes sobre prohombres del periodismo, entre ellos Chantecler y Félix Frascara.
"El titular es el escaparate, la vidriera", conceptualizaba al tiempo que ampliaba el vocabulario de los jóvenes, a varios de los cuales les ofreció contactos laborales. "Las frases deben ser de extensión variada, como la duración de las escenas en una película". "Una crónica es como un viaje: antes de llegar a destino se pasa por varias estaciones". "El mejor conector es el punto". "La palabra pero es menos necesaria de lo que uno cree" fueron algunas de sus normas.
El amor depara curiosidades como esta. La mayoría de los estudiantes conoció a Lionel Gioda como genial maestro de periodistas. Sin embargo, lo primero que en general resaltan es su cariño, su paciencia, su tacto.
Si el entrenador César Menotti los hubiera visto, tal vez habría dicho que equivalían a una de sus admiradas "pequeñas sociedades", expresión que usaba para referir a duplas de futbolistas afines. Porque junto a Gioda trabajaba una mujer que hacía docencia sin creérsela. Cómo sería que había armado un material de 200 y pico de páginas acerca de dos siglos de periodismo e historia argentinos y lo llamaba "mamotreto".
Amigable de aspecto serio, rescataba lo bueno aunque no respondiese a la consigna. Si un par de jóvenes construía valiosas notas de color en vez de notas de interés humano, las elogiaba y marcaba la diferencia.
"Cierre de broche" era lo que ponía al lado de una frase final que agregaba caracteres, no sentido.
Corregía con una birome o microfibra negra, fumaba Le Mans suave y escuchaba sin fastidio, en horas de consulta y después, desde dudas sobre la materia hasta preguntas sobre qué visitar en Buenos Aires.
Aparte escribir le atraía la diagramación.
Cultivaba la gratitud con gestos concretos como invitar a cenar a los alumnos ayudantes de cátedra.
Liliana Llobet también despertó evocaciones que trascendieron todo lo que enseñó y sigue compartiendo en torno a periodismo y comunicación impresa.
10/11/11
Disculpe Usted
Por Daniel Omar Ali, Lic. en Ciencias de la Comunicación
Llegó como pidiendo perdón. Se arrimó a la parada de colectivo, con la cabeza gacha y me dijo con vergüenza: “Disculpe señor, me puede llamar a este número, ando buscando trabajo y no sé leer”. En aquel entonces, era un estudiante incipiente y ese momento fue una marca a fuego. Entendí en un soplo la responsabilidad y el compromiso de acceder - como una ínfima minoría - a la Educación Pública.
Ese hombre, llegado del bajopueblo simbolizaba a miles de pobres que eran el sostén de mi educación y la de otros tantos. Me juramenté, por aquel entonces, devolverle algo de lo que aquella multitud de humildes me daban. Después, la vanidad y la estupidez me llevaron por otros caminos. Digo estupidez, porque me olvidé que también orillé por necesidades insatisfechas.
“La sociedad los exprime, los vigila, los castiga, a veces los mata: casi nunca los escucha, jamás los comprende”, dice Eduardo Galeano sobre la pobreza. Pareciera que es más fácil tomarlos por el cuello y exigirles firmemente, que no se pueden quejar, que hacer algo por ellos. Después de todo, estar ahorcado no es tan malo.
Los vemos a diario, con sus carros obstaculizando el tránsito, tocándonos el timbre de casa o cuando el semáforo nos obliga a detenernos. Molestan, son un puñadito de arena, no obstante molestan. Pero hay montañas de arena. Esos niños aprendieron la humillación y el maltrato antes que a pedir. Encima del prejuicio que cargan sobre sus espaldas, un mal humorista y peor político sostiene con total descaro, que las adolescentes de escasos recursos se embarazan con el sólo objetivo de cobrar la Asignación Universal por Hijo. La pobreza es un estigma, no una elección. Esos jóvenes son promesas, no peligro.
En la pobreza se vive sin seguros ni reaseguros, sin protección de ningún tipo, a la intemperie, en la desatención desde lo público. Podemos condenar la pobreza, pero ¿tenemos alguna simpatía por los pobres? ¿más allá de la declamación, nos interesa hacer algo por los que están afuera? Como sociedad debemos tomar conciencia de que la pobreza y la indigencia no son un designio inevitable.
El modelo de igualdad de oportunidades - donde cada uno obtiene sus logros conforme sus méritos - tiene bastante crueldad, porque los que menos tienen, arrancan muy por detrás de los más beneficiados por el sistema. Las buenas políticas son las que “fortalecen” a los ciudadanos para que estos puedan gestionar sus propias vidas.
“Tener no es signo de malvado y no tener tampoco es prueba de que acompañe la virtud”, dice Silvio Rodríguez en una de sus canciones, pero el que nace mal parado
depende de la caridad del que tiene para procurarse el pan. Porque en verdad, la caridad no tiene que ver con que yo quiera y pueda hacer algo por otro, sino que es un derecho del otro y una obligación mía.
La solidaridad es superadora respecto a la caridad en sentido laico y la justicia social es superadora respecto a la solidaridad: termina por completo de horizontalizar esa relación entre el que da y el que recibe. La capacidad de ayudar al otro nos redime desde nuestro lugar en la sociedad. El primer beneficiado es el que genera el bien porque es un boomerang que vuelve, enriquece, modifica la mirada. El que da tiene su premio en la satisfacción que experimenta cuando el otro es mejorado en su situación. Y sin duda, aquél que es beneficiado obtiene un lugar mejor.
Más allá de la presencia o ausencia del Estado, el cambio de mirada nos toca a los ciudadanos que no nos caímos del sistema, porque caerse es fácil, pero muy complejo volver a subirse. Nos hace falta ensuciarnos los pantalones con el moco de los niños que nos abrazan de alegría si vamos al barrio. Allí - que cuando llueve - las calles de tierra se vuelven ríos desbordados que impregnan todo de barro y humedad.
Con frecuencia se escucha una frase irónica, pero cierta: “Siempre hubo pobres”. Pero la cuestión debería ser: ¿Siempre habrá pobres? En este país bicentenario existe la capacidad de proyectar la erradicación de la pobreza y el desarrollo integral de todos. Puede parecer una quimera, pero tengo la esperanza de que vamos caminando hacia la salud social.
Pd: Disculpe Usted, por tantas ideas rayanas. Suyo.
Por Daniel Omar Ali, Lic. en Ciencias de la Comunicación
Llegó como pidiendo perdón. Se arrimó a la parada de colectivo, con la cabeza gacha y me dijo con vergüenza: “Disculpe señor, me puede llamar a este número, ando buscando trabajo y no sé leer”. En aquel entonces, era un estudiante incipiente y ese momento fue una marca a fuego. Entendí en un soplo la responsabilidad y el compromiso de acceder - como una ínfima minoría - a la Educación Pública.
Ese hombre, llegado del bajopueblo simbolizaba a miles de pobres que eran el sostén de mi educación y la de otros tantos. Me juramenté, por aquel entonces, devolverle algo de lo que aquella multitud de humildes me daban. Después, la vanidad y la estupidez me llevaron por otros caminos. Digo estupidez, porque me olvidé que también orillé por necesidades insatisfechas.
“La sociedad los exprime, los vigila, los castiga, a veces los mata: casi nunca los escucha, jamás los comprende”, dice Eduardo Galeano sobre la pobreza. Pareciera que es más fácil tomarlos por el cuello y exigirles firmemente, que no se pueden quejar, que hacer algo por ellos. Después de todo, estar ahorcado no es tan malo.
Los vemos a diario, con sus carros obstaculizando el tránsito, tocándonos el timbre de casa o cuando el semáforo nos obliga a detenernos. Molestan, son un puñadito de arena, no obstante molestan. Pero hay montañas de arena. Esos niños aprendieron la humillación y el maltrato antes que a pedir. Encima del prejuicio que cargan sobre sus espaldas, un mal humorista y peor político sostiene con total descaro, que las adolescentes de escasos recursos se embarazan con el sólo objetivo de cobrar la Asignación Universal por Hijo. La pobreza es un estigma, no una elección. Esos jóvenes son promesas, no peligro.
En la pobreza se vive sin seguros ni reaseguros, sin protección de ningún tipo, a la intemperie, en la desatención desde lo público. Podemos condenar la pobreza, pero ¿tenemos alguna simpatía por los pobres? ¿más allá de la declamación, nos interesa hacer algo por los que están afuera? Como sociedad debemos tomar conciencia de que la pobreza y la indigencia no son un designio inevitable.
El modelo de igualdad de oportunidades - donde cada uno obtiene sus logros conforme sus méritos - tiene bastante crueldad, porque los que menos tienen, arrancan muy por detrás de los más beneficiados por el sistema. Las buenas políticas son las que “fortalecen” a los ciudadanos para que estos puedan gestionar sus propias vidas.
“Tener no es signo de malvado y no tener tampoco es prueba de que acompañe la virtud”, dice Silvio Rodríguez en una de sus canciones, pero el que nace mal parado
depende de la caridad del que tiene para procurarse el pan. Porque en verdad, la caridad no tiene que ver con que yo quiera y pueda hacer algo por otro, sino que es un derecho del otro y una obligación mía.
La solidaridad es superadora respecto a la caridad en sentido laico y la justicia social es superadora respecto a la solidaridad: termina por completo de horizontalizar esa relación entre el que da y el que recibe. La capacidad de ayudar al otro nos redime desde nuestro lugar en la sociedad. El primer beneficiado es el que genera el bien porque es un boomerang que vuelve, enriquece, modifica la mirada. El que da tiene su premio en la satisfacción que experimenta cuando el otro es mejorado en su situación. Y sin duda, aquél que es beneficiado obtiene un lugar mejor.
Más allá de la presencia o ausencia del Estado, el cambio de mirada nos toca a los ciudadanos que no nos caímos del sistema, porque caerse es fácil, pero muy complejo volver a subirse. Nos hace falta ensuciarnos los pantalones con el moco de los niños que nos abrazan de alegría si vamos al barrio. Allí - que cuando llueve - las calles de tierra se vuelven ríos desbordados que impregnan todo de barro y humedad.
Con frecuencia se escucha una frase irónica, pero cierta: “Siempre hubo pobres”. Pero la cuestión debería ser: ¿Siempre habrá pobres? En este país bicentenario existe la capacidad de proyectar la erradicación de la pobreza y el desarrollo integral de todos. Puede parecer una quimera, pero tengo la esperanza de que vamos caminando hacia la salud social.
Pd: Disculpe Usted, por tantas ideas rayanas. Suyo.
4/11/11
El agua helada del realismo
-¿Cómo hago? –le preguntó Adrián Ramírez a su amigo Esteban.
-¿Cuántos años tenés?
-Ya sabés.
-Asumilos, Adrián. Si sos responsable como para decidir bien, ya sea para hacer o para quedarte en el molde, entonces también podés dejar de vivir de ilusiones.
-Okey, vos suponés que la responsabilidad es un signo de madurez. Coincido, hay gente que tiene 40 años y sigue echándole al perro la culpa de las galletitas que faltan y al destino por su mala suerte. De todas maneras, no podés negar que las ilusiones van por otro carril.
-No, van por el mismo carril. En ambos casos se trata de un aprendizaje y un tipo a los 33 está en condiciones de hacerlo; más aun, debe hacerlo.
-Vos sabés, Esteban, que cuando se cruzan los afectos es mucho más difícil aprender. Un adulto puede ser un terrible tarado cuando se enamora.
-Claro que puede serlo, pero no se lo tiene que permitir en honor a su tiempo y a sus posibilidades. Si te quedás colgado con que Julia Roberts se va a fijar en vos, vas a ver cómo las mujeres que andan cerca tuyo se juntan con otros tipos.
Adrián Ramírez a menudo terminaba este tipo de diálogos con un reproche. Esta vez no se quedó enojado con su amigo ni pensó “quién se cree que es este infeliz, amargado, charlatán”. Había resuelto que él mismo era el principal responsable del tiempo que perdía en ilusionarse. Contento sin sonrisas, le dio una palmada en el hombro a Esteban y le dijo “gracias, viejo, en serio”.
-¿Cómo hago? –le preguntó Adrián Ramírez a su amigo Esteban.
-¿Cuántos años tenés?
-Ya sabés.
-Asumilos, Adrián. Si sos responsable como para decidir bien, ya sea para hacer o para quedarte en el molde, entonces también podés dejar de vivir de ilusiones.
-Okey, vos suponés que la responsabilidad es un signo de madurez. Coincido, hay gente que tiene 40 años y sigue echándole al perro la culpa de las galletitas que faltan y al destino por su mala suerte. De todas maneras, no podés negar que las ilusiones van por otro carril.
-No, van por el mismo carril. En ambos casos se trata de un aprendizaje y un tipo a los 33 está en condiciones de hacerlo; más aun, debe hacerlo.
-Vos sabés, Esteban, que cuando se cruzan los afectos es mucho más difícil aprender. Un adulto puede ser un terrible tarado cuando se enamora.
-Claro que puede serlo, pero no se lo tiene que permitir en honor a su tiempo y a sus posibilidades. Si te quedás colgado con que Julia Roberts se va a fijar en vos, vas a ver cómo las mujeres que andan cerca tuyo se juntan con otros tipos.
Adrián Ramírez a menudo terminaba este tipo de diálogos con un reproche. Esta vez no se quedó enojado con su amigo ni pensó “quién se cree que es este infeliz, amargado, charlatán”. Había resuelto que él mismo era el principal responsable del tiempo que perdía en ilusionarse. Contento sin sonrisas, le dio una palmada en el hombro a Esteban y le dijo “gracias, viejo, en serio”.
3/11/11
"El Pianista", uno de los tantos regalos del cine
La olla que una mujer lleva en sus manos es volteada por un hombre que de inmediato devora el guiso en el suelo.
Una persona hace una pregunta no muy distinta de "qué hora es" o "¿a usted le gusta la primavera?". Pronuncia la última palabra y alguien la asesina.
Un hombre camina con muletas. Un soldado le pide que baile y ríe junto a otro.
"Levántese", le ordenan a un anciano en silla de ruedas. No puede obedecer. Cualquier excusa vale para la crueldad: los nazis lo tiran con silla y todo por la ventana del segundo piso.
Escenas de una película en la que Roman Polanski recrea la Segunda Guerra Mundial.
Quien necesite ejemplos de generosidad, ilusión, realismo, discriminación, crueldad, migración, identidad, solidaridad los encuentra en "El pianista". También abundan el poder, la traición, la resistencia, el terror y el amor.
El límite entre el golpe bajo y la claridad expositiva es delgado. Polanski jamás se equivoca. Así derrama imágenes como éstas.
-Van a aprovechar nuestra fuerza de trabajo -le dice un judío ya mayor a otro.
-No podemos trabajarles -sobreentiende la sensata contestación, que ratifica la tristeza de uno y derrumba el ciego optimismo de otro.
Por ahí, un padre compra un caramelo. Lo corta en seis pedazos y lo comparte con su familia, no en la casa que ya no es suya sino en la plaza donde mora víctima de la migración compulsiva resuelta por los nazis que tenían tomada Varsovia.
Metros más allá, una mujer grita sin parar. Otra se irrita y pregunta por qué lo hace. Le cuentan que es una madre que poco antes asfixió a su bebé que lloraba justo cuando los nazis andaban de cacería por el barrio; el miedo a la muerte le arrimó la muerte de la peor forma.
"Usted no puede caminar por la vereda", le dice un miembro de las SS a un judío, que entonces tiene que andar por la calle.
De la mano de las generalizaciones, si alguien es alemán será villano y si es judío, víctima. El estereotipo, una vez más, conduce al error. Hay judíos que colaboran en el genocidio de sus pares y hay alemanes que se apiadan de judíos.
Las preguntas flotan: ¿qué peso tiene la conciencia en el día a día de quien traiciona con tal de comer regularmente? ¿por qué un soldado que mata judíos como quien toma agua siente al ver a un pianista judío que asesinarlo está mal?
En cuanto al judío colaboracionista nazi, acaso la respuesta provenga de la máxima expresión del egoísmo, de un "sálvese quien pueda" por el cual se pisotea la identidad, se borra de la conciencia a qué grupo se pertenece, se canjea aquello de prójimo por enemigo, lo de uno de los nuestros por un cualquiera, un nadie.
La súbita piedad por uno de los tantos a los que se había matado tal vez se haya originado en la percepción de la realidad -un hombre hambriento que sobrevive entre escombros- y en el desprecio al estereotipo según el cual los judíos eran una plaga.
La olla que una mujer lleva en sus manos es volteada por un hombre que de inmediato devora el guiso en el suelo.
Una persona hace una pregunta no muy distinta de "qué hora es" o "¿a usted le gusta la primavera?". Pronuncia la última palabra y alguien la asesina.
Un hombre camina con muletas. Un soldado le pide que baile y ríe junto a otro.
"Levántese", le ordenan a un anciano en silla de ruedas. No puede obedecer. Cualquier excusa vale para la crueldad: los nazis lo tiran con silla y todo por la ventana del segundo piso.
Escenas de una película en la que Roman Polanski recrea la Segunda Guerra Mundial.
Quien necesite ejemplos de generosidad, ilusión, realismo, discriminación, crueldad, migración, identidad, solidaridad los encuentra en "El pianista". También abundan el poder, la traición, la resistencia, el terror y el amor.
El límite entre el golpe bajo y la claridad expositiva es delgado. Polanski jamás se equivoca. Así derrama imágenes como éstas.
-Van a aprovechar nuestra fuerza de trabajo -le dice un judío ya mayor a otro.
-No podemos trabajarles -sobreentiende la sensata contestación, que ratifica la tristeza de uno y derrumba el ciego optimismo de otro.
Por ahí, un padre compra un caramelo. Lo corta en seis pedazos y lo comparte con su familia, no en la casa que ya no es suya sino en la plaza donde mora víctima de la migración compulsiva resuelta por los nazis que tenían tomada Varsovia.
Metros más allá, una mujer grita sin parar. Otra se irrita y pregunta por qué lo hace. Le cuentan que es una madre que poco antes asfixió a su bebé que lloraba justo cuando los nazis andaban de cacería por el barrio; el miedo a la muerte le arrimó la muerte de la peor forma.
"Usted no puede caminar por la vereda", le dice un miembro de las SS a un judío, que entonces tiene que andar por la calle.
De la mano de las generalizaciones, si alguien es alemán será villano y si es judío, víctima. El estereotipo, una vez más, conduce al error. Hay judíos que colaboran en el genocidio de sus pares y hay alemanes que se apiadan de judíos.
Las preguntas flotan: ¿qué peso tiene la conciencia en el día a día de quien traiciona con tal de comer regularmente? ¿por qué un soldado que mata judíos como quien toma agua siente al ver a un pianista judío que asesinarlo está mal?
En cuanto al judío colaboracionista nazi, acaso la respuesta provenga de la máxima expresión del egoísmo, de un "sálvese quien pueda" por el cual se pisotea la identidad, se borra de la conciencia a qué grupo se pertenece, se canjea aquello de prójimo por enemigo, lo de uno de los nuestros por un cualquiera, un nadie.
La súbita piedad por uno de los tantos a los que se había matado tal vez se haya originado en la percepción de la realidad -un hombre hambriento que sobrevive entre escombros- y en el desprecio al estereotipo según el cual los judíos eran una plaga.
31/10/11
Noche de ronda
Más que al cansancio, le temo a la ansiedad, ésa que sobreviene cuando tengo muchas cosas juntas (como si la vida se diese por separado y de a una, ¡iluso, ilusa!), y me parece que me cercan para no poder resolverlas y entonces la madrugada se hace cómplice y los pensamientos se agolpan sin respeto justo cuando uno se levantó al baño en la oscuridad para no desvelarse, se vuelve a la cama dispuesto a conciliar el sueño pero éste se pone rebelde, díscolo y entonces llega el fantasma de la agenda de hojas llenas y uno quiere resolver su vida a las cinco de la matina, en la tiniebla, y se da vueltas para aquí para allá boca arriba boca abajo -lejos de las tácticas del Kama Sutra- y nada...la vida se hace un quilombo; después de mucho rumiar, inspirar espirar (casi expirar), buscar ese lugar soñado, escuchar el canto del río, contemplar mariposas, parafrasear oraciones y mantras, buscar dónde está la mente en blanco, aflojar brazos, manos, soltar los dedos de los pies que no entienden nada, volver a aquella conversación dolorosa con la que creíamos la mujer para siempre,… uno queda dormido solo por unos minutos porque en lo mejor del sueño, suena la puta alarma o la voz radial que te devuelve a la vigilia, aunque con el alivio de que volvió la luz y todo promete ser mejor.
El Curioso Impertinente
Desvelarse es un verbo reflexivo que deriva de preocupaciones, ansiedad, excitación. El Curioso Impertinente pone una vívida narración al servicio del lector, que así tendrá algo más para recordar la próxima vez que el sueño lo esquive.
Más que al cansancio, le temo a la ansiedad, ésa que sobreviene cuando tengo muchas cosas juntas (como si la vida se diese por separado y de a una, ¡iluso, ilusa!), y me parece que me cercan para no poder resolverlas y entonces la madrugada se hace cómplice y los pensamientos se agolpan sin respeto justo cuando uno se levantó al baño en la oscuridad para no desvelarse, se vuelve a la cama dispuesto a conciliar el sueño pero éste se pone rebelde, díscolo y entonces llega el fantasma de la agenda de hojas llenas y uno quiere resolver su vida a las cinco de la matina, en la tiniebla, y se da vueltas para aquí para allá boca arriba boca abajo -lejos de las tácticas del Kama Sutra- y nada...la vida se hace un quilombo; después de mucho rumiar, inspirar espirar (casi expirar), buscar ese lugar soñado, escuchar el canto del río, contemplar mariposas, parafrasear oraciones y mantras, buscar dónde está la mente en blanco, aflojar brazos, manos, soltar los dedos de los pies que no entienden nada, volver a aquella conversación dolorosa con la que creíamos la mujer para siempre,… uno queda dormido solo por unos minutos porque en lo mejor del sueño, suena la puta alarma o la voz radial que te devuelve a la vigilia, aunque con el alivio de que volvió la luz y todo promete ser mejor.
El Curioso Impertinente
19/10/11
Veredas
Recorrido Letal
Por Luciana Macri, estudiante de Periodismo, Instituto Cervantes
A días de celebrar el Día de la Madre, fecha originada en la antigua Grecia para rendir honores a Rea, madre de Zeus, Poseidón y Hades, los riocuartenses se avalanchan sobre el centro comercial buscando el regalo materno. Transitar a pie es complejo. Y quienes tienen dificultades motrices, ya sea porque se trasladan en silla de ruedas o las personas mayores, padecen más aún este “tránsito pesado” de las angostas veredas de Río Cuarto. Sumado a esto, la población camina inmersa en su mundo sin tener en cuenta a quien está a su lado. Con esta sutil forma de discriminar al otro, a quien no logra seguir la corriente, y de no cuidarse a sí mismo se puede terminar tropezando y corriendo el riesgo de caer a la calle, donde muchos más lo seguirán ignorando.
Contraste étnico
De la misma autora
Somos únicos e irrepetibles. Muchas veces nos lo dijeron. ¿Será por eso que en ocasiones miramos al otro como inferior? Nos creemos en un escalón más arriba y ubicamos al diferente por debajo. Quien no tiene nuestro color de piel, posición socio-económica o nacionalidad es rotulado con un signo menos difícil de cambiar. Vemos al boliviano, peruano, paraguayo como aquel que le roba el trabajo al argentino mientras que al inmigrante europeo se lo recibe con los brazos abiertos y no se le cuestiona el motivo de su residencia. Olvidamos que fue ese mismo europeo quien robó las tierras al autóctono, cambió sus costumbres e hizo como si todo fuera normal. Discriminamos sin saber por qué, así esta preestablecido y no preguntamos, sólo discriminamos. Sería tiempo ya de que comprendiéramos la igualdad reclamada durante tantos años. ¿Qué ser superior somos para catalogar bien a unos, mal a otros? Nos adueñamos del territorio, “es nuestro país, ¿por qué tienen que venir?, que se queden en el suyo”, decimos. Pero la realidad es que no cuidamos aquello que tanto reclamamos como propio.
Recorrido Letal
Por Luciana Macri, estudiante de Periodismo, Instituto Cervantes
A días de celebrar el Día de la Madre, fecha originada en la antigua Grecia para rendir honores a Rea, madre de Zeus, Poseidón y Hades, los riocuartenses se avalanchan sobre el centro comercial buscando el regalo materno. Transitar a pie es complejo. Y quienes tienen dificultades motrices, ya sea porque se trasladan en silla de ruedas o las personas mayores, padecen más aún este “tránsito pesado” de las angostas veredas de Río Cuarto. Sumado a esto, la población camina inmersa en su mundo sin tener en cuenta a quien está a su lado. Con esta sutil forma de discriminar al otro, a quien no logra seguir la corriente, y de no cuidarse a sí mismo se puede terminar tropezando y corriendo el riesgo de caer a la calle, donde muchos más lo seguirán ignorando.
Contraste étnico
De la misma autora
Somos únicos e irrepetibles. Muchas veces nos lo dijeron. ¿Será por eso que en ocasiones miramos al otro como inferior? Nos creemos en un escalón más arriba y ubicamos al diferente por debajo. Quien no tiene nuestro color de piel, posición socio-económica o nacionalidad es rotulado con un signo menos difícil de cambiar. Vemos al boliviano, peruano, paraguayo como aquel que le roba el trabajo al argentino mientras que al inmigrante europeo se lo recibe con los brazos abiertos y no se le cuestiona el motivo de su residencia. Olvidamos que fue ese mismo europeo quien robó las tierras al autóctono, cambió sus costumbres e hizo como si todo fuera normal. Discriminamos sin saber por qué, así esta preestablecido y no preguntamos, sólo discriminamos. Sería tiempo ya de que comprendiéramos la igualdad reclamada durante tantos años. ¿Qué ser superior somos para catalogar bien a unos, mal a otros? Nos adueñamos del territorio, “es nuestro país, ¿por qué tienen que venir?, que se queden en el suyo”, decimos. Pero la realidad es que no cuidamos aquello que tanto reclamamos como propio.
Desazón
La discriminación es un problema que algunos solucionan con un eufemismo: "derecho de admisión". Gabriel Magnoli, estudiante de Instituto Cervantes, mira, piensa y luego escribe para que la palabra no se olvide.
El tumulto de siempre, las largas colas, los apretujones, por ahí suena un piropo a una chica que pasa muy provocativa por el frente del pub mientras la gente espera ansiosa a entrar. El recinto está colmado, para que entre uno debe salir uno, pero en ese momento uno observa algo que llama la atención, ¿o no? Las personas no acceden por orden en la fila, sino que son escogidas a dedo por la seguridad del local. “Vos sí, vos no, pibe” se escucha y empiezan los insultos de la gente que no puede ingresar. Los seleccionados tienen las características de estar bien vestidos o tener cierto rostro. “La casa se reserva el derecho de admisión” reza un cartel pegado en la puerta del pub. Divertirse en algunos ámbitos no es para todos.
Salida trunca
Viernes, 01. 40. Vani, Estefania y Damaris están en la Plaza Roca sentadas en un banco hablando, riéndose y planeando hacia dónde ir. La idea es un pub que está a dos cuadras de la plaza por la calle Alvear. 1.45 de la madrugada. Las tres amigas ya están haciendo cola para ingresar al lugar que ya está casi lleno y la cola llega hasta mitad de cuadra. De repente, lo inesperado. Vani y Estefania ingresan pero Damaris, que viene detrás de ellas, no. La razón: ella es boliviana y sus rasgos la delatan. En la entrada le dicen lo mismo que a aquellos que no encajan con el perfil del lugar: “Es solo para clientes”. Muy diplomática y refinada forma de discriminar al distinto. Sus amigas ven esta situación y salen del lugar sin poder creer lo que están oyendo. Damaris tiene lágrimas en los ojos y una impotencia y tristeza que no se pueden medir ni explicar, no es la primera vez que le pasa. La noche para ella terminó…incluso antes de empezar.
La discriminación es un problema que algunos solucionan con un eufemismo: "derecho de admisión". Gabriel Magnoli, estudiante de Instituto Cervantes, mira, piensa y luego escribe para que la palabra no se olvide.
El tumulto de siempre, las largas colas, los apretujones, por ahí suena un piropo a una chica que pasa muy provocativa por el frente del pub mientras la gente espera ansiosa a entrar. El recinto está colmado, para que entre uno debe salir uno, pero en ese momento uno observa algo que llama la atención, ¿o no? Las personas no acceden por orden en la fila, sino que son escogidas a dedo por la seguridad del local. “Vos sí, vos no, pibe” se escucha y empiezan los insultos de la gente que no puede ingresar. Los seleccionados tienen las características de estar bien vestidos o tener cierto rostro. “La casa se reserva el derecho de admisión” reza un cartel pegado en la puerta del pub. Divertirse en algunos ámbitos no es para todos.
Salida trunca
Viernes, 01. 40. Vani, Estefania y Damaris están en la Plaza Roca sentadas en un banco hablando, riéndose y planeando hacia dónde ir. La idea es un pub que está a dos cuadras de la plaza por la calle Alvear. 1.45 de la madrugada. Las tres amigas ya están haciendo cola para ingresar al lugar que ya está casi lleno y la cola llega hasta mitad de cuadra. De repente, lo inesperado. Vani y Estefania ingresan pero Damaris, que viene detrás de ellas, no. La razón: ella es boliviana y sus rasgos la delatan. En la entrada le dicen lo mismo que a aquellos que no encajan con el perfil del lugar: “Es solo para clientes”. Muy diplomática y refinada forma de discriminar al distinto. Sus amigas ven esta situación y salen del lugar sin poder creer lo que están oyendo. Damaris tiene lágrimas en los ojos y una impotencia y tristeza que no se pueden medir ni explicar, no es la primera vez que le pasa. La noche para ella terminó…incluso antes de empezar.
17/10/11
Ignorar los discrimina
Evangelina Olivero, estudiante de Instituto Cervantes, asume que la descripción es poderosa y la pone al servicio de una sociedad que a menudo elige no ver.
Son las 13:30, línea uno rojo sin asientos disponibles. Próxima parada. Sube Juan, no vidente, y comienza a repartir estampitas diciendo “el precio lo pone usted”. Muchos voltearon la mirada simulando no haber escuchado, no haber visto.
Julia, que sí puede ver pero tiene discapacidad al caminar, se acerca a él y pone entre sus manos algunas monedas. Ella sabe lo que se siente ser observado e ignorado por ser diferente y también sabe que la discriminación, esa diferenciación ilegítima ya sea por raza, religión, clase social u otros motivos, debiera cambiar por solidaridad.
Seleccionar excluyendo es discriminar y una de las formas para acabar con ello es ponerse en el lugar del otro y sumarlo a la sociedad. No contribuir a eliminarlo.
Hacerse como pequeños
De la misma autora
La primavera llegó tímidamente, miles de nuevos brotes dan vida a los árboles, la brisa ya cambió de aroma, pero nadie se percató aún. Tampoco nadie percibió a esa señora que espera en su silla de ruedas que alguien le ayude a cruzar la calle para subir a la placita. Ella sí quiere disfrutar de los nuevos brotes, del sol, de la suave brisa.
Los mayores pasan y la miran pero sólo un grupito de niños la ve, la suben a la plaza como si fuese uno de ellos y recién después siguen su camino.
A veces hay que hacerse como niños para ver a los demás como iguales.
Evangelina Olivero, estudiante de Instituto Cervantes, asume que la descripción es poderosa y la pone al servicio de una sociedad que a menudo elige no ver.
Son las 13:30, línea uno rojo sin asientos disponibles. Próxima parada. Sube Juan, no vidente, y comienza a repartir estampitas diciendo “el precio lo pone usted”. Muchos voltearon la mirada simulando no haber escuchado, no haber visto.
Julia, que sí puede ver pero tiene discapacidad al caminar, se acerca a él y pone entre sus manos algunas monedas. Ella sabe lo que se siente ser observado e ignorado por ser diferente y también sabe que la discriminación, esa diferenciación ilegítima ya sea por raza, religión, clase social u otros motivos, debiera cambiar por solidaridad.
Seleccionar excluyendo es discriminar y una de las formas para acabar con ello es ponerse en el lugar del otro y sumarlo a la sociedad. No contribuir a eliminarlo.
Hacerse como pequeños
De la misma autora
La primavera llegó tímidamente, miles de nuevos brotes dan vida a los árboles, la brisa ya cambió de aroma, pero nadie se percató aún. Tampoco nadie percibió a esa señora que espera en su silla de ruedas que alguien le ayude a cruzar la calle para subir a la placita. Ella sí quiere disfrutar de los nuevos brotes, del sol, de la suave brisa.
Los mayores pasan y la miran pero sólo un grupito de niños la ve, la suben a la plaza como si fuese uno de ellos y recién después siguen su camino.
A veces hay que hacerse como niños para ver a los demás como iguales.
Una pequeña gran diferencia
Por Florencia Bringas, sexto año, IPEM 252, Río de los Sauces
La consigna era: a) Pensar en las diferencias entre aprobar y aprender. b) Escribir un texto análogo a la historia de un estudiante que dedicó su conocimiento a socorrer a los desposeídos. c) Redactar un material sobre actos patrios.
Lucas y Juan son estudiantes del segundo año en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba. Lucas es salteño y Juan, catamarqueño.
Ellos, además de compartir las cátedras de la facultad, son compañeros de habitación en una residencia estudiantil.
En época de exámenes y entregas de trabajos, no les alcanza el tiempo como para tomar un descanso. Claro, eso para Juan, a quien su familia ha educado de una forma totalmente distinta a la de Lucas. Le ha recomendado terminar sus estudios en el tiempo estipulado, y que haga el mayor esfuerzo para conseguir las mejores notas.
En cambio, la familia de Lucas con que solo apruebe se conforma, total va a recibir el título igual.
Aproximándose la fecha de tres exámenes finales, Juan y Lucas pactaron juntarse para sacarse algunas dudas con respecto a los temas a estudiar.
Como siempre, muy puntual y responsable, Juan a las 19 ya estaba en la sala de estudios de la residencia donde viven. Pasados veinte minutos recibe un mensaje de Lucas, el cual pedía disculpas por no poder ir, ya que se encontraba en una cafetería con unos amigos que lo vinieron a visitar.
Acostumbrado a vivir esta situación, Juan se pone a estudiar.
Es el día del primer final, los dos se encuentran en los pasillos de la facultad y deciden entrar juntos a rendir. Sentados uno al lado del otro y en horario indicado, empieza el examen. Para sorpresa de Juan, su compañero resolvió todas las consignas sin dificultad. Una vez finalizado el tiempo, entregan los exámenes y se dirigen a la residencia.
Mientras toman algo fresco en la cocina, Juan le pregunta a Lucas cómo logró completar el examen habiendo estudiado pocas horas, a lo que contestó que era suficiente el tiempo dedicado.
Al recibir sus calificaciones ve que ambos aprobaron, pero con una gran diferencia, si dentro de un mes le preguntas a Juan sobre lo que rindió lo sabe responder, Lucas no y los dos van a recibir el mismo título. Después de todo da igual.
Con constancia se puede
Con constancia se puede. Este adolescente que comienza su vida universitaria tiene el privilegio de ser constante.
Con ánimos de superarse a sí mismo nunca se dio por vencido. Eligió la carrera de Medicina y no solo se quedaría con eso, iría por más. ¿Será un conformista?
Con condiciones no tan favorables debido al contexto, lo único que deseaba era llegar a su meta. Esfuerzo. Vivía en una pequeña ciudad de Centroamérica, donde el calor infernal aplacaba todo ánimo de empezar los días tranquilo, relajado.
Tras recibirse como médico generalista, decide empezar la especialidad en cardiología. Elige este campo de la medicina por el aumento de problemas cardíacos en el mundo.
Al terminar la carrera en un tiempo menor al estipulado, quiere ejercer su profesión en Africa. Ve claramente que es uno de los lugares menos apoyados del mundo. Soportando las pestes, las pésimas condiciones, él se encuentra feliz porque está cumpliendo con su objetivo.
Un hombre evoca una guerra
Juanjo, acabo de venir de la casa del padre de Joaquín, obviamente tenía que ir porque me dijo que si yo lo quería debía estar presente el día en que a su papá le rendían un homenaje especial por ser excombatiente en las Malvinas. El estaba orgulloso por su papá y quería compartirlo con su familia y conmigo.
Era un revuelo en el pueblo de donde era su papá, allá fuimos todos.
Nos recibieron con banderines, cuando íbamos llegando a la plaza nos tiraban papelitos celestes y blancos; la verdad, me emocioné.
Joaquín me apretaba fuerte la mano y no dejaba de mirar a su papá, que respiraba tranquilo, pausado, se fue vestido con su uniforme que todos los años usaba para la fecha y lo cuidaba muy bien.
Nos dieron una ubicación en el palco y subimos con toda la familia. Cantamos el Himno y luego de unas palabras del intendente se descubrió una escultura de un soldado flameando la bandera argentina.
El papá de Joaquín se emocionó muchísimo, enseguida se repuso, respiró hondo y luego el intendente lo invitó a decir unas palabras. Hubo unos segundos de silencio expectante y el excombatiente miró al cielo, luego a su familia, se acercó al micrófono y contó que él era muy joven cuando fue a esa guerra, que perdió muchos amigos y compañeros, que por el momento quería que todo eso solo fuera una pesadilla, pero no lo fue. El hasta hoy sigue teniendo pesadillas, pero gracias a su familia vuelve a la realidad, esa realidad llena de paz en este país.
Dijo que no le importa que lo llamasen antipatriótico o lo que fuere por lo que estaba diciendo, que antes de querer juzgar sus dichos fueran ellos en las condiciones que había en 1982 al luchar contra Inglaterra, la tan famosa y no exageradamente llamada “flota invencible”.
En un impulso de Joaquín, sus hermanos, su mamá y yo, que los seguía, fuimos corriendo a darle un fuerte abrazo a ese hombre con honor, coraje y con “las botas bien puestas”.
Por Florencia Bringas, sexto año, IPEM 252, Río de los Sauces
La consigna era: a) Pensar en las diferencias entre aprobar y aprender. b) Escribir un texto análogo a la historia de un estudiante que dedicó su conocimiento a socorrer a los desposeídos. c) Redactar un material sobre actos patrios.
Lucas y Juan son estudiantes del segundo año en la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba. Lucas es salteño y Juan, catamarqueño.
Ellos, además de compartir las cátedras de la facultad, son compañeros de habitación en una residencia estudiantil.
En época de exámenes y entregas de trabajos, no les alcanza el tiempo como para tomar un descanso. Claro, eso para Juan, a quien su familia ha educado de una forma totalmente distinta a la de Lucas. Le ha recomendado terminar sus estudios en el tiempo estipulado, y que haga el mayor esfuerzo para conseguir las mejores notas.
En cambio, la familia de Lucas con que solo apruebe se conforma, total va a recibir el título igual.
Aproximándose la fecha de tres exámenes finales, Juan y Lucas pactaron juntarse para sacarse algunas dudas con respecto a los temas a estudiar.
Como siempre, muy puntual y responsable, Juan a las 19 ya estaba en la sala de estudios de la residencia donde viven. Pasados veinte minutos recibe un mensaje de Lucas, el cual pedía disculpas por no poder ir, ya que se encontraba en una cafetería con unos amigos que lo vinieron a visitar.
Acostumbrado a vivir esta situación, Juan se pone a estudiar.
Es el día del primer final, los dos se encuentran en los pasillos de la facultad y deciden entrar juntos a rendir. Sentados uno al lado del otro y en horario indicado, empieza el examen. Para sorpresa de Juan, su compañero resolvió todas las consignas sin dificultad. Una vez finalizado el tiempo, entregan los exámenes y se dirigen a la residencia.
Mientras toman algo fresco en la cocina, Juan le pregunta a Lucas cómo logró completar el examen habiendo estudiado pocas horas, a lo que contestó que era suficiente el tiempo dedicado.
Al recibir sus calificaciones ve que ambos aprobaron, pero con una gran diferencia, si dentro de un mes le preguntas a Juan sobre lo que rindió lo sabe responder, Lucas no y los dos van a recibir el mismo título. Después de todo da igual.
Con constancia se puede
Con constancia se puede. Este adolescente que comienza su vida universitaria tiene el privilegio de ser constante.
Con ánimos de superarse a sí mismo nunca se dio por vencido. Eligió la carrera de Medicina y no solo se quedaría con eso, iría por más. ¿Será un conformista?
Con condiciones no tan favorables debido al contexto, lo único que deseaba era llegar a su meta. Esfuerzo. Vivía en una pequeña ciudad de Centroamérica, donde el calor infernal aplacaba todo ánimo de empezar los días tranquilo, relajado.
Tras recibirse como médico generalista, decide empezar la especialidad en cardiología. Elige este campo de la medicina por el aumento de problemas cardíacos en el mundo.
Al terminar la carrera en un tiempo menor al estipulado, quiere ejercer su profesión en Africa. Ve claramente que es uno de los lugares menos apoyados del mundo. Soportando las pestes, las pésimas condiciones, él se encuentra feliz porque está cumpliendo con su objetivo.
Un hombre evoca una guerra
Juanjo, acabo de venir de la casa del padre de Joaquín, obviamente tenía que ir porque me dijo que si yo lo quería debía estar presente el día en que a su papá le rendían un homenaje especial por ser excombatiente en las Malvinas. El estaba orgulloso por su papá y quería compartirlo con su familia y conmigo.
Era un revuelo en el pueblo de donde era su papá, allá fuimos todos.
Nos recibieron con banderines, cuando íbamos llegando a la plaza nos tiraban papelitos celestes y blancos; la verdad, me emocioné.
Joaquín me apretaba fuerte la mano y no dejaba de mirar a su papá, que respiraba tranquilo, pausado, se fue vestido con su uniforme que todos los años usaba para la fecha y lo cuidaba muy bien.
Nos dieron una ubicación en el palco y subimos con toda la familia. Cantamos el Himno y luego de unas palabras del intendente se descubrió una escultura de un soldado flameando la bandera argentina.
El papá de Joaquín se emocionó muchísimo, enseguida se repuso, respiró hondo y luego el intendente lo invitó a decir unas palabras. Hubo unos segundos de silencio expectante y el excombatiente miró al cielo, luego a su familia, se acercó al micrófono y contó que él era muy joven cuando fue a esa guerra, que perdió muchos amigos y compañeros, que por el momento quería que todo eso solo fuera una pesadilla, pero no lo fue. El hasta hoy sigue teniendo pesadillas, pero gracias a su familia vuelve a la realidad, esa realidad llena de paz en este país.
Dijo que no le importa que lo llamasen antipatriótico o lo que fuere por lo que estaba diciendo, que antes de querer juzgar sus dichos fueran ellos en las condiciones que había en 1982 al luchar contra Inglaterra, la tan famosa y no exageradamente llamada “flota invencible”.
En un impulso de Joaquín, sus hermanos, su mamá y yo, que los seguía, fuimos corriendo a darle un fuerte abrazo a ese hombre con honor, coraje y con “las botas bien puestas”.
Libre pensamiento en el periodismo
Asado con cuero
“Es más fácil pensar bien que actuar bien”, le decía Adrián Ramírez a su amiga Julieta. Ella lo sabía, sólo que se resistía a que así funcionara el mundo. “Y no me digas que cuando crezca lo voy a entender porque no pienso cambiar”, le replicaba.
A Julieta la envalentonaba leer notas de periodistas famosos que defendían la libertad de prensa y criticaban a cuanto gobierno la vulnerase. Salía de esos textos con ganas de redactar cartas de lectores. Lo hacía. Las enviaba aquí y allá. Le publicaban algunas.
Comprendía entonces por qué los periodistas opositores estaban en unos medios y los afines al gobierno, en otros.
Ramírez se acordaba de Julio Ramos, quien durante una entrevista declaró aproximadamente: “Para el país, democracia; para el diario, dictadura”. El dueño de Ambito Financiero admitía divergencias siempre que anduvieran bien cerca de sus ideas.
“Como Ramos era un hombre de decisiones duras”, le contaba Ramírez a Julieta, “era capaz de quedarse en la redacción del diario después de recibir la amenaza de una bomba. Tenía un semáforo en la redacción y era un empresario que no había olvidado que el periodismo se hace escribiendo, de allí que si los empleados no tenían listas las notas cuando la luz estaba en rojo, él mismo se sentaba a completarlas”. “Como ves –agregaba-, la sutileza le importaba menos que los resultados, de allí que tuviera el coraje de explicitar el verticalismo que imponen todos los que administran medios comerciales o estatales”. “¿Y sabés qué? Prefiero los tipos como Ramos a aquellos que se enjuagan la boca hablando de libertad de prensa cuando son oposición y la transforman en propaganda cuando asumen el Poder Ejecutivo”.
-Insisto, no puede ser que a nadie le guste la idea de la libertad de prensa.
-Juli, a mí me gustan las papas fritas, pero no me conviene comerlas.
-Pero si está lleno de ejemplos, tanto en el siglo 20 como ahora, de gobiernos que ganaron elecciones con los principales diarios en contra.
-Tenés razón, pero eso no quita un hecho: ¿conocés a alguien al que le guste pagar para que le saquen el cuero?
Asado con cuero
“Es más fácil pensar bien que actuar bien”, le decía Adrián Ramírez a su amiga Julieta. Ella lo sabía, sólo que se resistía a que así funcionara el mundo. “Y no me digas que cuando crezca lo voy a entender porque no pienso cambiar”, le replicaba.
A Julieta la envalentonaba leer notas de periodistas famosos que defendían la libertad de prensa y criticaban a cuanto gobierno la vulnerase. Salía de esos textos con ganas de redactar cartas de lectores. Lo hacía. Las enviaba aquí y allá. Le publicaban algunas.
Comprendía entonces por qué los periodistas opositores estaban en unos medios y los afines al gobierno, en otros.
Ramírez se acordaba de Julio Ramos, quien durante una entrevista declaró aproximadamente: “Para el país, democracia; para el diario, dictadura”. El dueño de Ambito Financiero admitía divergencias siempre que anduvieran bien cerca de sus ideas.
“Como Ramos era un hombre de decisiones duras”, le contaba Ramírez a Julieta, “era capaz de quedarse en la redacción del diario después de recibir la amenaza de una bomba. Tenía un semáforo en la redacción y era un empresario que no había olvidado que el periodismo se hace escribiendo, de allí que si los empleados no tenían listas las notas cuando la luz estaba en rojo, él mismo se sentaba a completarlas”. “Como ves –agregaba-, la sutileza le importaba menos que los resultados, de allí que tuviera el coraje de explicitar el verticalismo que imponen todos los que administran medios comerciales o estatales”. “¿Y sabés qué? Prefiero los tipos como Ramos a aquellos que se enjuagan la boca hablando de libertad de prensa cuando son oposición y la transforman en propaganda cuando asumen el Poder Ejecutivo”.
-Insisto, no puede ser que a nadie le guste la idea de la libertad de prensa.
-Juli, a mí me gustan las papas fritas, pero no me conviene comerlas.
-Pero si está lleno de ejemplos, tanto en el siglo 20 como ahora, de gobiernos que ganaron elecciones con los principales diarios en contra.
-Tenés razón, pero eso no quita un hecho: ¿conocés a alguien al que le guste pagar para que le saquen el cuero?
Pendiente
Ya pasaste por los canales de siempre. Prendiste la radio. Encontraste “Alguien en el mundo piensa en mí” y le agradeciste a Charly García y su banda. Te causó gracia eso de “soy un amable traidor”. Te quedaste en esa emisora donde la música reina.
Veinte minutos después te seguís mordisqueando las uñas.
Cambiaste el contexto, pero seguís sin tomar la decisión.
Linda causa
Te volviste a acordar de Héctor Alterio en “La Tregua”. De esa escena en un café en la que Ana María Picchio le pide que defina qué entiende por estar enamorado. De cómo él pasa de la incomodidad al entusiasmo a medida que avanza en la lista de indicadores de sus sentimientos. Era algo así como “sé que la rutina la aburre a muerte, que cruza la pierna derecha sobre la izquierda”.
Te volviste a acordar. Y ya sabés por qué y por quién.
Ya pasaste por los canales de siempre. Prendiste la radio. Encontraste “Alguien en el mundo piensa en mí” y le agradeciste a Charly García y su banda. Te causó gracia eso de “soy un amable traidor”. Te quedaste en esa emisora donde la música reina.
Veinte minutos después te seguís mordisqueando las uñas.
Cambiaste el contexto, pero seguís sin tomar la decisión.
Linda causa
Te volviste a acordar de Héctor Alterio en “La Tregua”. De esa escena en un café en la que Ana María Picchio le pide que defina qué entiende por estar enamorado. De cómo él pasa de la incomodidad al entusiasmo a medida que avanza en la lista de indicadores de sus sentimientos. Era algo así como “sé que la rutina la aburre a muerte, que cruza la pierna derecha sobre la izquierda”.
Te volviste a acordar. Y ya sabés por qué y por quién.
12/10/11
Testigo de diálogos necesarios
-No le digas que te avisé.
-No me pidas que guarde un secreto.
-¿Cuándo vas a madurar?
-El día que me dejes de pedir chiquilinadas.
La conversación siguió alejándose, de modo que Adrián Ramírez se quedó sin saber el desenlace. Supuso que se trataba de una amistad de larga data y que hablaban de un tercero con el que ambos tenían trato, no confianza. Imaginó que la discusión seguiría subiendo de tono.
-Mirá, las cosas se hacen como yo digo. Acá las puertas están abiertas, no sé si me entendés.
“Se ve que entendió”, intuyó al escuchar un portazo, tras lo cual alguien salió diciendo: “¡¿Quién se cree que es: el rey de Bélgica?!”.
-Relajate, ¿por qué te cuesta tanto?
Adrián Ramírez estuvo a punto de contestar del otro lado de la ventana.
-No se trata de reemplazar sino de sumar; a la responsabilidad sumale relajación.
Crecieron sus ganas de replicar a la comprensiva voz.
-A vos te gustan Los Redondos. Una canción dice “a nadie le amarga un dulce”. Ya que te ponés las pilas fácil, ponételas para relajarte, te va a hacer bien.
Cerró los ojos, sintió ganas de tocar el timbre, de decirle a la mujer que sin querer la había escuchado y que le agradecía por esas palabras.
Levantó la vista y notó que se acercaba el colectivo que lo llevaba a la oficina.
Aburrido entre computadoras y compañeros, entretenido a la media hora, pensó que a lo mejor su destino era la soledad.
11/10/11
Miedos y arrojos consecutivos
Harta de que le pidieran que en su materia integrase otras, la profesora de Teatro dijo a sus alumnos:
"Tienen que redactar sendos diálogos con estas condiciones:
a) Las frases deben empezar con letras sucesivas desde la A y su extensión ha de decrecer desde 18 palabras hasta el primer número par de los naturales, pasando por todos los números consecutivos pares.
b) Habrá tantas oraciones como números consecutivos impares naturales hasta el 17 inclusive. La primera comenzará con J y la última, con R. Para que vean que soy buena, la Ñ queda exceptuada. Para que vean que no lo soy tanto, tienen que usar la K para iniciar una de las frases.
En veinte minutos entreguen los materiales. Ejercicio individual. Temas sugeridos: Toma de decisiones, miedos, cambios. Nada más. Gracias".
Esto puso Julieta sobre el escritorio cuando la docente reclamaba "entreguen" por segunda vez.
-Acá hay que darles permiso a los sueños, no te digo que obrés sin medir consecuencias, ¿se entiende?
-Bienvenidos los sueños, pero ya no soy un nene; mis decisiones pueden dañar mucho, requieren meditación.
-Cuando trabajás, a veces elegís dejar de lado tus propias buenas ideas.
-De cualquier manera, un error en mi trabajo es leve, es distinto.
-Entiendo: si te pagaran también serías indiferente con tu pareja.
-¡Falta que me compares con el peor tirano!
-Ganale al miedo, decíselo: la querés.
-Hablás porque estás afuera.
-Insisto, arriesgá.
-¿Julieta?
-Kili, ¿qué hacés?
-Llamaba, nada, eh, ¿todo bien?
-Me querés decir algo, decilo sin miedo.
-No hace falta, vos te das cuenta de todo.
-O hablás o corto; somos grandes y paciencia no me sobra.
-Pará, ponete en mi lugar, mi historia, mi formato, mis restricciones, mis miedos.
-Quieras o no, tenés que elegir: te justificás y envejecés solo o cambiás.
-Resulta fácil elegir cuando alguien como vos pone las cosas así de claras; ¿te parece que probemos?
Harta de que le pidieran que en su materia integrase otras, la profesora de Teatro dijo a sus alumnos:
"Tienen que redactar sendos diálogos con estas condiciones:
a) Las frases deben empezar con letras sucesivas desde la A y su extensión ha de decrecer desde 18 palabras hasta el primer número par de los naturales, pasando por todos los números consecutivos pares.
b) Habrá tantas oraciones como números consecutivos impares naturales hasta el 17 inclusive. La primera comenzará con J y la última, con R. Para que vean que soy buena, la Ñ queda exceptuada. Para que vean que no lo soy tanto, tienen que usar la K para iniciar una de las frases.
En veinte minutos entreguen los materiales. Ejercicio individual. Temas sugeridos: Toma de decisiones, miedos, cambios. Nada más. Gracias".
Esto puso Julieta sobre el escritorio cuando la docente reclamaba "entreguen" por segunda vez.
-Acá hay que darles permiso a los sueños, no te digo que obrés sin medir consecuencias, ¿se entiende?
-Bienvenidos los sueños, pero ya no soy un nene; mis decisiones pueden dañar mucho, requieren meditación.
-Cuando trabajás, a veces elegís dejar de lado tus propias buenas ideas.
-De cualquier manera, un error en mi trabajo es leve, es distinto.
-Entiendo: si te pagaran también serías indiferente con tu pareja.
-¡Falta que me compares con el peor tirano!
-Ganale al miedo, decíselo: la querés.
-Hablás porque estás afuera.
-Insisto, arriesgá.
-¿Julieta?
-Kili, ¿qué hacés?
-Llamaba, nada, eh, ¿todo bien?
-Me querés decir algo, decilo sin miedo.
-No hace falta, vos te das cuenta de todo.
-O hablás o corto; somos grandes y paciencia no me sobra.
-Pará, ponete en mi lugar, mi historia, mi formato, mis restricciones, mis miedos.
-Quieras o no, tenés que elegir: te justificás y envejecés solo o cambiás.
-Resulta fácil elegir cuando alguien como vos pone las cosas así de claras; ¿te parece que probemos?
5/10/11
Botones, exitosos, simplismos y valores
Por Elena Faricelli, estudiante del Programa Educativo de Adultos Mayores
La vida cotidiana se complica cuando se rompe una máquina destinada a simplificarla. Todo comienza cuando entra una amiga a un bar y me cuenta que no pudo tomarse un café porque la máquina registradora no funcionaba. Era una pantalla táctil con casillas determinadas para cada consumición, y se había estropeado. Entonces le pidió al mozo que le cobrara. Lo vio muy simple. Pero el mozo le respondió que era imposible. Tenía que marcarlo antes. Sus jefes no le dejaban hacer otra cosa hasta que la máquina funcionase. Pensó que eso no podía pasarle a ella, no estaba previsto.
Mientras se alejó del lugar pensó cómo nos gusta apretar un botón y tener la vida resuelta. O en el amigo que me contaba que en un viaje había perdido su teléfono móvil y con el toda su agenda y al preguntarle por qué no tenía una libreta de teléfonos anotados, como yo me tildó de antigua.
Nadie nos obligaba. Pero hasta los más renuentes hemos aceptado las reglas de esta espiral. Nunca fuimos tan vulnerables como hoy. Hemos olvidado, porque nos conviene, que cada invento confortable tiene su accidente específico, cada Titanic su iceberg.
Dice Adam Gopnik, escritor y ensayista estadounidense, que en esta época tecnológica y automatizada hay quienes sostienen que nos encontramos en las orillas de una nueva utopía, la denominan “nunca mejor”, porque entienden que avanzamos hacia un mundo en el que la información será libre y democrática y las noticias surgirán desde la base hacia la superficie. Otros cuya actitud define como “mejor nunca”, son quienes, por el contrario, creen que estaríamos mucho mejor si todo esto nunca hubiera sucedido, que el mundo que agoniza es muy superior al que lo está reemplazando ante nuestros ojos. Finalmente están quienes consideran que “siempre fue así”, ya que en toda modernidad la aparición de una nueva manera de organizar la información y de vincular a sus usuarios siempre ha entusiasmado a unos y atemorizado a otros. Esa característica es, precisamente, la responsable de que un momento determinado de la historia pueda ser considerado como moderno.
El británico John Gray, filósofo, historiador, economista y profesor de Oxford y Harvard. Habla en sus trabajos “Contra el progreso y otras ilusiones” que el siglo XX, el de los más asombrosos avances tecnológicos, muestra que los seres humanos no emplean el poder de la ciencia para crear un mundo nuevo, sino para reproducir el viejo aunque a menudo con formas novedosamente espantosas. La vida no mejora por una simple acumulación de adelantos y conocimientos, sostiene Gray. Si eso no se acompaña con un avance social, moral y ético.
Modelo del desarme
¿Qué es ser exitoso? Según el parámetro actual tenemos algunos modelos de personas exitosas, como lo puede ser el conductor del programa televisivo Showmatch: Marcelo Tinelli, ya que tiene el máximo puntaje de rating. La formula básica es clara, entretener, distender de las preocupaciones de la vida, hacer vivir una ilusión. Tiene el programa alguno de los condimentos del antiguo circo romano: 1) el teatro 2) el anfiteatro 3) el circo. Si nos ceñimos a estas categorías, Showmatch no sería ni un teatro ni un anfiteatro pero si tiene el circo. Ya que la lógica de este es la representación bélica, la lógica guerrera puesta en escena. El programa construye la ilusión de que todos podemos entrar, pero excluye a algunos. El circo, el espacio destinado a entretener, es algo constante en la historia de la humanidad. No es grave que exista. Tinelli es más una consecuencia que una causa. El nos muestra con su amplia sonrisa la alegría, el permanecer impávido ante las peleas de las que él nunca participa.
Una suerte de darwinismo social determina que solo sean exitosos los que ganen, los más fuertes, los que lleguen antes, ya que según se amenaza, no hay lugar para todo.
¿Qué es el éxito? No es la fama, ni el prestigio ni la reputación. Hay gente famosa por los peores motivos. Hay quienes no se fijan en medios para adquirir reputación o algo que se le parezca.
Si el fin justifica los medios, todo vale. Y si el éxito (confundido con fama, notoriedad o popularidad) es un fin quien lo persiga, posiblemente deje los escrúpulos a un lado. Mucho prestigio suele esfumarse en cuanto se apagan los reflectores y se descubre que la conducta del prestigioso no tiene bases éticas firmes.
Feliz distinción
Albert Einstein dijo alguna vez: “Intenta no volverte un hombre de éxito, sino convertirte en un hombre de valor”. Al final del camino, un hombre de valor podrá decir, con fundamento, que tuvo una vida exitosa.
Y nada tendrán que ver los espacios mediáticos ocupados, la fortuna acumulada, ni los ratings. Si nos guiamos por la concepción más banal de éxito, veremos que hay ladrones, corruptos, mentirosos y manipuladores muy exitosos en lo suyo. Pero Einstein no hablaba de ellos.
Cruce
El médico y filósofo Viktor Frankl sostenía que la trayectoria de una vida puede evaluarse sobre una línea horizontal, en uno de cuyos extremos está el éxito y en otro el fracaso. Cuanto más se acerque al primer extremo, esa vida será considerada como exitosa, según lo que se entienda por éxito, y mientras se aproxime al segundo punto será vista como fracasada. Para muchos basta con esa única vara, pero Frankl proponía cruzar sobre ella otra línea, vertical, que en la punta inferior tiene al vacio y en la superior al sentido. Habría que valorar cualquier existencia considerando simultáneamente ambas trazas. Se vería entonces que muchas vidas fracasadas según los parámetros dominantes acerca del éxito, están plenas de sentido. Y muchas vidas supuestamente exitosas se hunden, vacías de sentido, en una tremenda angustia existencial. La misma situación es también frecuente en personas menos famosas o mediáticas, pero no menos exitosas en sus ámbitos habituales.
Alguien que ha logrado realizar su vocación y se siente afectivamente pleno, pero no es famoso ni popular ni tiene cuantiosos bienes para lucir, podría ser un fracasado para quienes se guían por la línea éxito-fracaso, aunque alcanzaría la cima si se lo valora en la polaridad sentido-vacio. En definitiva se trata de los valores morales que sostienen la vida de cada quien, de la manera en que estos se convierten en acciones y de la responsabilidad con que alguien asume su propio derrotero, sin culpar a otros ni valerse de ellos.
El ensayista y poeta Ralph Emerson sostenía que “el éxito consiste en obtener lo que se desea y la felicidad en disfrutar lo que se obtiene”. Este pensador no hablaba del deseo en términos de impulso caprichoso. En su frase, el valor de obtener lo que se desea, puede ser entendido como el logro de un propósito, de una meta existencial que nos lleve mas allá de una simple vida limitada a comer, dormir, trabajar, consumir y pasarla bien. Esto es algo muy diferente de los cinco minutos de fama, de poder o de auge monetario, que, mas allá de lo que duren, serán siempre cinco minutos en el reloj que de verdad cuenta. Las vidas más exitosas no son siempre las más conocidas. Y eso es parte de su éxito.
¿Cómo crecer en la amenaza? En un escenario así no se permite perder tiempo y los chicos son forzados a armarse de conocimientos, habilidades y especialidades cuanto antes. Es curioso que se diga “armarse” de conocimientos, no nutrirse. Se los prepara para una competición, para una lucha en la que a menudo, muchos padres suelen rivalizar entre sí para ver quién tiene un hijo más exitoso. ¿Y si educar consistiera en transmitir valores para la cooperación antes que para la lucha para un mundo esperanzador y no amenazador? Esa generación corre el riesgo de que se la prepare para patinar levemente sobre la superficie de la vida y no para experimentarla de una manera única, profunda, intransferible y trascendente.
Los ciudadanos de hoy poseen nuevas herramientas para juzgar a los medios: tienen más años de estudio que la generación de sus padres y cuentan con una tecnología inimaginable a comienzo de los años 90.
Vital gratitud
Aprovechemos y hagamos resurgir esos conocimientos para una vida en la que no todo sea “pasar el tiempo” o “habrá tiempo para educar”. El momento es ya, no lo dejemos ir. Para finalizar, un homenaje a los verdaderos exitosos, los que día a día hacen la patria, en sus quehaceres cotidianos nunca valorados pero que sirven para construir una sociedad más vivible. Es a las amas de casa, que con tanto empeño piensan en la comida que harán, lo que plancharán, lo que limpiarán, realizando todo por el amor a su familia. Cada miembro sabe que luego de la jornada lo espera la calidez de un hogar que, sin la presencia del ama de casa, sería imposible. A los maestros que pregonan la tolerancia a sabiendas que los padres de sus alumnos podrían ser discriminadores. y a un sinnúmero de personas que, desde el anonimato, contribuyen al bienestar general, solo por la dignidad de ser habitantes de este planeta.
Por Elena Faricelli, estudiante del Programa Educativo de Adultos Mayores
La vida cotidiana se complica cuando se rompe una máquina destinada a simplificarla. Todo comienza cuando entra una amiga a un bar y me cuenta que no pudo tomarse un café porque la máquina registradora no funcionaba. Era una pantalla táctil con casillas determinadas para cada consumición, y se había estropeado. Entonces le pidió al mozo que le cobrara. Lo vio muy simple. Pero el mozo le respondió que era imposible. Tenía que marcarlo antes. Sus jefes no le dejaban hacer otra cosa hasta que la máquina funcionase. Pensó que eso no podía pasarle a ella, no estaba previsto.
Mientras se alejó del lugar pensó cómo nos gusta apretar un botón y tener la vida resuelta. O en el amigo que me contaba que en un viaje había perdido su teléfono móvil y con el toda su agenda y al preguntarle por qué no tenía una libreta de teléfonos anotados, como yo me tildó de antigua.
Nadie nos obligaba. Pero hasta los más renuentes hemos aceptado las reglas de esta espiral. Nunca fuimos tan vulnerables como hoy. Hemos olvidado, porque nos conviene, que cada invento confortable tiene su accidente específico, cada Titanic su iceberg.
Dice Adam Gopnik, escritor y ensayista estadounidense, que en esta época tecnológica y automatizada hay quienes sostienen que nos encontramos en las orillas de una nueva utopía, la denominan “nunca mejor”, porque entienden que avanzamos hacia un mundo en el que la información será libre y democrática y las noticias surgirán desde la base hacia la superficie. Otros cuya actitud define como “mejor nunca”, son quienes, por el contrario, creen que estaríamos mucho mejor si todo esto nunca hubiera sucedido, que el mundo que agoniza es muy superior al que lo está reemplazando ante nuestros ojos. Finalmente están quienes consideran que “siempre fue así”, ya que en toda modernidad la aparición de una nueva manera de organizar la información y de vincular a sus usuarios siempre ha entusiasmado a unos y atemorizado a otros. Esa característica es, precisamente, la responsable de que un momento determinado de la historia pueda ser considerado como moderno.
El británico John Gray, filósofo, historiador, economista y profesor de Oxford y Harvard. Habla en sus trabajos “Contra el progreso y otras ilusiones” que el siglo XX, el de los más asombrosos avances tecnológicos, muestra que los seres humanos no emplean el poder de la ciencia para crear un mundo nuevo, sino para reproducir el viejo aunque a menudo con formas novedosamente espantosas. La vida no mejora por una simple acumulación de adelantos y conocimientos, sostiene Gray. Si eso no se acompaña con un avance social, moral y ético.
Modelo del desarme
¿Qué es ser exitoso? Según el parámetro actual tenemos algunos modelos de personas exitosas, como lo puede ser el conductor del programa televisivo Showmatch: Marcelo Tinelli, ya que tiene el máximo puntaje de rating. La formula básica es clara, entretener, distender de las preocupaciones de la vida, hacer vivir una ilusión. Tiene el programa alguno de los condimentos del antiguo circo romano: 1) el teatro 2) el anfiteatro 3) el circo. Si nos ceñimos a estas categorías, Showmatch no sería ni un teatro ni un anfiteatro pero si tiene el circo. Ya que la lógica de este es la representación bélica, la lógica guerrera puesta en escena. El programa construye la ilusión de que todos podemos entrar, pero excluye a algunos. El circo, el espacio destinado a entretener, es algo constante en la historia de la humanidad. No es grave que exista. Tinelli es más una consecuencia que una causa. El nos muestra con su amplia sonrisa la alegría, el permanecer impávido ante las peleas de las que él nunca participa.
Una suerte de darwinismo social determina que solo sean exitosos los que ganen, los más fuertes, los que lleguen antes, ya que según se amenaza, no hay lugar para todo.
¿Qué es el éxito? No es la fama, ni el prestigio ni la reputación. Hay gente famosa por los peores motivos. Hay quienes no se fijan en medios para adquirir reputación o algo que se le parezca.
Si el fin justifica los medios, todo vale. Y si el éxito (confundido con fama, notoriedad o popularidad) es un fin quien lo persiga, posiblemente deje los escrúpulos a un lado. Mucho prestigio suele esfumarse en cuanto se apagan los reflectores y se descubre que la conducta del prestigioso no tiene bases éticas firmes.
Feliz distinción
Albert Einstein dijo alguna vez: “Intenta no volverte un hombre de éxito, sino convertirte en un hombre de valor”. Al final del camino, un hombre de valor podrá decir, con fundamento, que tuvo una vida exitosa.
Y nada tendrán que ver los espacios mediáticos ocupados, la fortuna acumulada, ni los ratings. Si nos guiamos por la concepción más banal de éxito, veremos que hay ladrones, corruptos, mentirosos y manipuladores muy exitosos en lo suyo. Pero Einstein no hablaba de ellos.
Cruce
El médico y filósofo Viktor Frankl sostenía que la trayectoria de una vida puede evaluarse sobre una línea horizontal, en uno de cuyos extremos está el éxito y en otro el fracaso. Cuanto más se acerque al primer extremo, esa vida será considerada como exitosa, según lo que se entienda por éxito, y mientras se aproxime al segundo punto será vista como fracasada. Para muchos basta con esa única vara, pero Frankl proponía cruzar sobre ella otra línea, vertical, que en la punta inferior tiene al vacio y en la superior al sentido. Habría que valorar cualquier existencia considerando simultáneamente ambas trazas. Se vería entonces que muchas vidas fracasadas según los parámetros dominantes acerca del éxito, están plenas de sentido. Y muchas vidas supuestamente exitosas se hunden, vacías de sentido, en una tremenda angustia existencial. La misma situación es también frecuente en personas menos famosas o mediáticas, pero no menos exitosas en sus ámbitos habituales.
Alguien que ha logrado realizar su vocación y se siente afectivamente pleno, pero no es famoso ni popular ni tiene cuantiosos bienes para lucir, podría ser un fracasado para quienes se guían por la línea éxito-fracaso, aunque alcanzaría la cima si se lo valora en la polaridad sentido-vacio. En definitiva se trata de los valores morales que sostienen la vida de cada quien, de la manera en que estos se convierten en acciones y de la responsabilidad con que alguien asume su propio derrotero, sin culpar a otros ni valerse de ellos.
El ensayista y poeta Ralph Emerson sostenía que “el éxito consiste en obtener lo que se desea y la felicidad en disfrutar lo que se obtiene”. Este pensador no hablaba del deseo en términos de impulso caprichoso. En su frase, el valor de obtener lo que se desea, puede ser entendido como el logro de un propósito, de una meta existencial que nos lleve mas allá de una simple vida limitada a comer, dormir, trabajar, consumir y pasarla bien. Esto es algo muy diferente de los cinco minutos de fama, de poder o de auge monetario, que, mas allá de lo que duren, serán siempre cinco minutos en el reloj que de verdad cuenta. Las vidas más exitosas no son siempre las más conocidas. Y eso es parte de su éxito.
¿Cómo crecer en la amenaza? En un escenario así no se permite perder tiempo y los chicos son forzados a armarse de conocimientos, habilidades y especialidades cuanto antes. Es curioso que se diga “armarse” de conocimientos, no nutrirse. Se los prepara para una competición, para una lucha en la que a menudo, muchos padres suelen rivalizar entre sí para ver quién tiene un hijo más exitoso. ¿Y si educar consistiera en transmitir valores para la cooperación antes que para la lucha para un mundo esperanzador y no amenazador? Esa generación corre el riesgo de que se la prepare para patinar levemente sobre la superficie de la vida y no para experimentarla de una manera única, profunda, intransferible y trascendente.
Los ciudadanos de hoy poseen nuevas herramientas para juzgar a los medios: tienen más años de estudio que la generación de sus padres y cuentan con una tecnología inimaginable a comienzo de los años 90.
Vital gratitud
Aprovechemos y hagamos resurgir esos conocimientos para una vida en la que no todo sea “pasar el tiempo” o “habrá tiempo para educar”. El momento es ya, no lo dejemos ir. Para finalizar, un homenaje a los verdaderos exitosos, los que día a día hacen la patria, en sus quehaceres cotidianos nunca valorados pero que sirven para construir una sociedad más vivible. Es a las amas de casa, que con tanto empeño piensan en la comida que harán, lo que plancharán, lo que limpiarán, realizando todo por el amor a su familia. Cada miembro sabe que luego de la jornada lo espera la calidez de un hogar que, sin la presencia del ama de casa, sería imposible. A los maestros que pregonan la tolerancia a sabiendas que los padres de sus alumnos podrían ser discriminadores. y a un sinnúmero de personas que, desde el anonimato, contribuyen al bienestar general, solo por la dignidad de ser habitantes de este planeta.
21/9/11
Ojalá sea bien infeliz
Cuando le daban como consigna escribir sobre un tema en los últimos veinte minutos de clase, Adrián Ramírez destinaba los dos primeros a desearles a los profesores que los pisara un camión, que fueran infelices o que su suegra los visitara seguido. Sabía la diferencia entre desear y decir, por lo cual se ahorraba las sanciones.
Habían leído tramos de “Screwtape letters”, libro de Clive Staples Lewis que le pareció “una joya dado que insta a hacer el bien no con el formato de sugerencias santurronas sino mediante consejos de un condenado el infierno a otro de menor rango para sumar gente al dolor eterno”.
La segunda parte de la tarea consistía en producir un texto no tan corto acerca de uno de los tópicos, el de la distancia entre las percepciones de la mujer y del hombre. Ramírez puso:
En la clase siguiente, los insultos mentales precedieron a otro ejercicio en la hora de Lengua Inglesa: traducir y resumir tan bien como pudieran la perspectiva de Lewis sobre cobardía y desesperación. Ramírez consiguió un 8 por escribir:
Cuando le daban como consigna escribir sobre un tema en los últimos veinte minutos de clase, Adrián Ramírez destinaba los dos primeros a desearles a los profesores que los pisara un camión, que fueran infelices o que su suegra los visitara seguido. Sabía la diferencia entre desear y decir, por lo cual se ahorraba las sanciones.
Habían leído tramos de “Screwtape letters”, libro de Clive Staples Lewis que le pareció “una joya dado que insta a hacer el bien no con el formato de sugerencias santurronas sino mediante consejos de un condenado el infierno a otro de menor rango para sumar gente al dolor eterno”.
La segunda parte de la tarea consistía en producir un texto no tan corto acerca de uno de los tópicos, el de la distancia entre las percepciones de la mujer y del hombre. Ramírez puso:
El encantamiento inicial puede llevar a decir “Sí, te prometo que voy a ser decente y sincero” y a incumplir dos semanas más tarde. El empleado del infierno le indica al pasante encargado de tentar a las parejas de novios: “Dejalas pensar que resolvieron por amor problemas que en realidad han pospuesto bajo la influencia del encantamiento”. Grandioso, igual este agregado: “Cuando el encantamiento se desvanezca, no tendrán caridad suficiente para los esfuerzos por el otro”.
Otra de las notas de Lewis refiere a la manera en que genéricamente cada sexo asume la generosidad. Manifiesta algo aproximado a: “Una mujer lo equipara a hacerse problemas por los demás; un hombre lo analoga a no causarles problemas a los otros”. Traducido a escenas cotidianas, una mujer que cree ayudar al hombre al que ve serio preguntándole “¿estás bien?” desata no la sensación de “qué lindo, me quiere ayudar” sino la de “qué densa, ¿quién le dijo que quiero hablar?”.
Esta distancia puede ser del tamaño de un bache o de un océano según el amor.
Y la capacidad para ver cuán grande es esta distancia disminuye si nos fascina la cara, para no entrar en más detalles, de nuestra novia.
En la clase siguiente, los insultos mentales precedieron a otro ejercicio en la hora de Lengua Inglesa: traducir y resumir tan bien como pudieran la perspectiva de Lewis sobre cobardía y desesperación. Ramírez consiguió un 8 por escribir:
Lewis pone en blanco sobre negro la idea de xenofobia –“cuanto más alguien teme, más odiará”- y de otro de los impactos negativos del miedo: “Para disminuir la caridad hay que debilitar el coraje”. Afirma que el coraje es “no simplemente una de las virtudes sino la forma en que cada virtud se pone a prueba”. Este genial autor del siglo veinte indica que “Pilato fue piadoso hasta que hubo riesgos”. Añade que “la desesperación es un pecado más grande que cualquiera que lo provoca”.
Como la solvencia en el inglés no le alcanzaba a Ramírez para traducir palabra por palabra, eligió el resumen para indicar que Lewis sostiene que la desesperación confunde a los hombres. De ahí que muchos se alejen tanto de Dios en vez de acercarse una vez que han cometido una falta que, grave y todo, gravísima y todo, será perdonada por una razón simple: Dios es mucho más generoso que la persona más generosa.
20/9/11
Piedras
Docencia, dudas, dolores
Julieta volvió a casa con ganas de renunciar. Se preguntaba qué hacía aparte cobrar el sueldo como docente. Sentía que su mensaje en materia de actitudes no llegaba y sabía que estaba errada en cuestiones técnicas. Empezó a escribir una lista de las últimas tareas y algo se tranquilizó; eran más sus buenas que las malas, claro que ese día ella las percibía como las buenas y sus malas. Pronto encontró pensamientos para dejar ese puesto: “Es saludable cambiar”, “no sería la primera profe que se cansa acá”. Les sumó voces ajenas: “Olvidate de conseguir resultados” y “la experiencia puede ser frustrante si aspirás a que la gente progrese”.
Después, Julieta recordó que colegas de más experiencia tampoco lograban grandes cambios de actitud. La renuncia le quedó más lejos todavía al ponerse en el lugar de su terapeuta: “Pobre Luisa, si dejara el consultorio ante cada retroceso mío…”.
Le causó fastidio darse cuenta de que la maduración es una medicina amarga. Hubiera querido que las palabras que le oyó a la psicopedagoga Liliana González, “la escuela no es omnipotente”, fueran más sencillas de asimilar.
Piedras II
-¿Qué tendría que hacer un profesor de Cálculo I cuando ve que 300 de 380 desaprueban un examen? ¿Qué tendría que hacer un contador si los colegas a los que les dio clases trabajan mal? No es justo evaluar a un docente por unos alumnos ni por todos. Si lo juzgás por los vagos, el tipo queda horrible sin serlo. Si lo juzgás por los brillantes, queda fenómeno y capaz que apenas sea discretito. Si lo juzgás por todos, parecerá del montón pese a que a lo mejor no lo sea. A mí me puede hablar un premio Nobel que a mí la Química no me va a gustar. Y el mejor mecánico me puede enseñar a cambiar las gomas que no voy a aprender.
-Está bien, Adrián, pero esto porque no te gustan la química ni los autos. Pero si un profe no consigue que lo entienda un alumno al que le interesa su materia, tal vez tendría que revisar la forma en que explica.
-¿Y si en ese mismo curso hay gente que le entiende?
Julieta se quedó rumiando una idea que odiaba: que a algunos estudiantes hay que exigirles menos.
-No me cierra que a algunos hay que enseñarles a contar con los dedos y a otros les propongas multiplicar mentalmente números de dos cifras.
-Aunque no te cierre, es lo que hay en algunas aulas.
Adrián Ramírez sufría por no animarse a invitar a su amiga al cine. La miraba enojarse, cambiar la yerba, juntar una a una las cinco migajas de galletitas del mantel y confirmaba que le gustaba cualesquiera fuesen sus gestos.
-¿Vos te acordás lo que decía la profe de Recursos? Una cosa es armar grupos y otra es conformar equipos de trabajo. Los nombres cantan, Julieta. En los equipos distribuís tareas, asignás roles según la habilidad de cada integrante. En el aula armá todos los grupos que quieras, pero a la hora de salir a escena más vale que tengas un equipo porque ahí los errores te los ve y te los critica medio mundo.
Piedras III
La bombilla estaba tapada. Adrián Ramírez no hizo mención al tema; sabía que en días malos a Julieta la irritaban las obviedades. El silencio se cortó con una de las obsesiones de ella:
-Yo sé que un piso de calidad hay que respetar, sin embargo tengo miedo de que la gente se sienta mal si a través de la asignación de tareas les hago ver que sirven para poco.
-Ahí está tu habilidad para comunicar y para que nadie se sienta poco.
-Jaja –pronunció Julieta y él descubrió un gesto de ella que no le gustaba-. Si voy a un casting para primera actriz y me mandan a barrer el escenario, no hay discurso que me convenza de que sirvo para actuar.
-No hay porqué pensarlo así. Bien puede ser que las demás aspirantes sean excelentes y muy buenas para que vos, buena y todo, te quedes sin lugar. Además, ya sé que no es lo soñado barrer el escenario, es como ser aguatero en fútbol, pero un líder tiene que convencer a cada uno de que su tarea sirve y que sin su tarea no hay obra posible. Además, corrés con ventaja: en el grupo tuyo nadie cobra, o sea que la envidia tiene menos campo de acción.
Docencia, dudas, dolores
Julieta volvió a casa con ganas de renunciar. Se preguntaba qué hacía aparte cobrar el sueldo como docente. Sentía que su mensaje en materia de actitudes no llegaba y sabía que estaba errada en cuestiones técnicas. Empezó a escribir una lista de las últimas tareas y algo se tranquilizó; eran más sus buenas que las malas, claro que ese día ella las percibía como las buenas y sus malas. Pronto encontró pensamientos para dejar ese puesto: “Es saludable cambiar”, “no sería la primera profe que se cansa acá”. Les sumó voces ajenas: “Olvidate de conseguir resultados” y “la experiencia puede ser frustrante si aspirás a que la gente progrese”.
Después, Julieta recordó que colegas de más experiencia tampoco lograban grandes cambios de actitud. La renuncia le quedó más lejos todavía al ponerse en el lugar de su terapeuta: “Pobre Luisa, si dejara el consultorio ante cada retroceso mío…”.
Le causó fastidio darse cuenta de que la maduración es una medicina amarga. Hubiera querido que las palabras que le oyó a la psicopedagoga Liliana González, “la escuela no es omnipotente”, fueran más sencillas de asimilar.
Piedras II
-¿Qué tendría que hacer un profesor de Cálculo I cuando ve que 300 de 380 desaprueban un examen? ¿Qué tendría que hacer un contador si los colegas a los que les dio clases trabajan mal? No es justo evaluar a un docente por unos alumnos ni por todos. Si lo juzgás por los vagos, el tipo queda horrible sin serlo. Si lo juzgás por los brillantes, queda fenómeno y capaz que apenas sea discretito. Si lo juzgás por todos, parecerá del montón pese a que a lo mejor no lo sea. A mí me puede hablar un premio Nobel que a mí la Química no me va a gustar. Y el mejor mecánico me puede enseñar a cambiar las gomas que no voy a aprender.
-Está bien, Adrián, pero esto porque no te gustan la química ni los autos. Pero si un profe no consigue que lo entienda un alumno al que le interesa su materia, tal vez tendría que revisar la forma en que explica.
-¿Y si en ese mismo curso hay gente que le entiende?
Julieta se quedó rumiando una idea que odiaba: que a algunos estudiantes hay que exigirles menos.
-No me cierra que a algunos hay que enseñarles a contar con los dedos y a otros les propongas multiplicar mentalmente números de dos cifras.
-Aunque no te cierre, es lo que hay en algunas aulas.
Adrián Ramírez sufría por no animarse a invitar a su amiga al cine. La miraba enojarse, cambiar la yerba, juntar una a una las cinco migajas de galletitas del mantel y confirmaba que le gustaba cualesquiera fuesen sus gestos.
-¿Vos te acordás lo que decía la profe de Recursos? Una cosa es armar grupos y otra es conformar equipos de trabajo. Los nombres cantan, Julieta. En los equipos distribuís tareas, asignás roles según la habilidad de cada integrante. En el aula armá todos los grupos que quieras, pero a la hora de salir a escena más vale que tengas un equipo porque ahí los errores te los ve y te los critica medio mundo.
Piedras III
La bombilla estaba tapada. Adrián Ramírez no hizo mención al tema; sabía que en días malos a Julieta la irritaban las obviedades. El silencio se cortó con una de las obsesiones de ella:
-Yo sé que un piso de calidad hay que respetar, sin embargo tengo miedo de que la gente se sienta mal si a través de la asignación de tareas les hago ver que sirven para poco.
-Ahí está tu habilidad para comunicar y para que nadie se sienta poco.
-Jaja –pronunció Julieta y él descubrió un gesto de ella que no le gustaba-. Si voy a un casting para primera actriz y me mandan a barrer el escenario, no hay discurso que me convenza de que sirvo para actuar.
-No hay porqué pensarlo así. Bien puede ser que las demás aspirantes sean excelentes y muy buenas para que vos, buena y todo, te quedes sin lugar. Además, ya sé que no es lo soñado barrer el escenario, es como ser aguatero en fútbol, pero un líder tiene que convencer a cada uno de que su tarea sirve y que sin su tarea no hay obra posible. Además, corrés con ventaja: en el grupo tuyo nadie cobra, o sea que la envidia tiene menos campo de acción.
Conocida vibración
Del bolsillo del pantalón al de la camisa. “A ver si me llama justo cuando estoy caminando”. Del modo vibración a sonoro. “No sea cosa que me hable y no me dé cuenta”. Adrián Ramírez no era porfiado, lo atontaba la ilusión de pelo castaño lacio que desde hacía un mes lo saludaba en el colectivo.
Del bolsillo del pantalón al de la camisa. “A ver si me llama justo cuando estoy caminando”. Del modo vibración a sonoro. “No sea cosa que me hable y no me dé cuenta”. Adrián Ramírez no era porfiado, lo atontaba la ilusión de pelo castaño lacio que desde hacía un mes lo saludaba en el colectivo.
16/9/11
Sí a la cosecha record de felicidad
Por Elena Faricelli, estudiante del Programa Educativo de Adultos Mayores, Universidad Nacional de Río Cuarto.
En la era del delivery, de lo instantáneo, del llame ya, de la inmediatez, de la impaciencia, es imposible prefabricar la alegría, lograrla a voluntad. Muchos se plantean la felicidad en función de adquirir bienes materiales para vivir mejor, sin embargo no siempre la obtienen. Es algo interno del hombre.
El monje benedictino alemán Anselm Grun, un incansable explorador del alma humana, lo dice de una manera sencilla en su libro “La Verdadera Felicidad: “No es posible decretar la alegría. Ella es la expresión de una vida plena. No puedo ansiar la alegría por sí misma, pero sí puedo intentar vivir mi vida con todos los sentidos. Entonces tomare contacto con la alegría que hace tiempo se encuentra en mí”.
Suele ocurrir con la alegría lo mismo que con la felicidad o con el sentido. Se los busca afuera, se los pretende ya hechos. Grun considera que el despertar de la alegría, una facultad que está en nosotros, es siempre la consecuencia de un modo de vivir. Nadie es alegre. No lo seremos porque tengamos una sonrisa , porque al levantarnos juremos que hoy le pondremos al mal tiempo buena cara o porque nos definamos como alegres. No se trata de vivir para estar alegre, sino de sentirnos alegres por la vida que vamos eligiendo. La alegría no la encontraremos en el placer y la diversión, pues ambos son instantáneos. En cambio la alegría sobreviene a lo vivido, a lo experimentado, a lo padecido. Es un perfume que emana de nuestro vivir.
Ya lo decía Epicuro 270 años antes de Cristo que la alegría es fruto del alma en movimiento. Una vez más aludía a algo que nace en la vida interior, no en el bullicio externo. Ella brota silenciosa, perdurable y fértil cuando nace de actos que dan sentido a nuestra vida.
Medida
Tal es la preocupación por la felicidad que en 1972 el rey de Butan, Jigme Wangchuck, budista, propuso el termino Felicidad Nacional Bruta o Felicidad Interior Bruta: Es un medidor que define la calidad de vida en términos mas holísticos y psicológicos que el Producto Bruto Interno. Esto lo hizo como respuesta a las críticas de la constante pobreza económica de su país. Mientras que los modelos económicos convencionales observan el crecimiento económico como objetivo principal, el concepto de Felicidad Nacional Bruta se basa en que el verdadero desarrollo de la sociedad humana se encuentra en el refuerzo mutuo del desarrollo material y espiritual.
Los cuatro pilares de la Felicidad Nacional Bruta son según el rey de Butan son:
1) El desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario.
2) La promoción de valores culturales.
3) La conservación del medio ambiente.
4) El establecimiento de un buen gobierno.
La diferencia es que el crecimiento del Producto Bruto Interno no siempre se traduce en mayor bienestar para las personas.
Es interesante el medidor, ya que los Estados Unidos en su constitución, fija como condición del ciudadano, ser feliz. ¿Será por eso que buena parte de ellos al saludarse siempre sonríen? Otro dato interesante es que disponen y es de venta libre la llamada droga de la felicidad: la fluoxetina. No así el resto de los medicamentos.
Amartya Sen es filósofo economista ganador del Premio Nobel en 1998. Resaltó que la economía es un campo demasiado estrecho, para entender el complejo acontecer humano, individual o colectivo, y mucho menos para planear acciones que conduzcan a la sociedad hacia la meta última que es la felicidad o, al menos a su nivel previo, que es el bienestar.
Para ello, entiende, se requiere la visión holística, que es la única que puede darnos la llave del verdadero progreso. Ni el producto nacional, ni los niveles educativos, de salud, o las diversas variantes de seguridad, sirven para comprender lo que es verdadero desarrollo. En cambio, los Indices de felicidad lo intentan.
Para hacerlo, todas las especialidades tienen que ser aplicadas dentro de un todo multidisciplinario. Las instituciones tratan a veces de hacerlo armonizando acciones que requieren, nos dice Amartya Sen, de otro elemento que les infunda vida y que es el comportamiento.
Actuar dentro o fuera de las instituciones tendrá sentido siempre que el comportamiento responda no a clichés sino a la intención de atender las necesidades y aspiraciones de los individuos que componen el país. Aquí aparece la problemática de la equidad y la justicia social. Conseguir que el desarrollo, cualquiera sea el nivel de riqueza material obtenido, sea equitativo y justo para las mayorías, haciéndose con respeto a la libertad, que es su condición imprescindible.
Amartya Sen sigue planteando: La libertad es el elemento que desata el potencial creativo siempre presente en el ser humano. Este concepto coincide con el que propone el jesuita Teilhard de Chardin, quien lo describe como explicación y motor primordial de cuanto hay en el universo, dice además que el impulso incontenible hacia la libertad está en toda criatura, y adquiere en el ser humano el carácter de independencia.
Solo en la libertad tiene el individuo capacidad para desarrollarse y vencer las cadenas de pobreza y de ignorancia, siendo el Estado el que tiene que facilitar esta superación.
Lo necesario es que la acción pública tenga relación directa y operativa con la comunidad cuya felicidad es la finalidad del poder.
La atención a la persona es el último criterio. Impresiona oír al doctor Sen, que asevera no ser religioso, citar la parábola del buen samaritano como ejemplo de responsabilidad social.
Los econometras maniáticos de los índices y estadísticas cada vez que se proponen medir la felicidad promedio de una sociedad suelen encontrarse con que la relación entre los apabullantes números de la economía y la armonía emocional y espiritual suele ser inversa (ha ocurrido en Estados Unidos, en los países escandinavos y en Gran Bretaña, entre otros)
No se trata de proponer un coctel de felicidad y pobreza. Sería hipócrita. Pero la calidad de vida tendría que ser rastreada en dos niveles: el individual y el colectivo. Cuando una sociedad integra de modo equilibrado estos niveles, sus miembros podrán decir, y sentir, que viven una calidad de vida. Y no necesitaran buscarla en otro lugar. Esto lo dice Sergio Sinay.
Una terapeuta humanista, Elisabeth Lukas, recuerda en su libro En la Tristeza pervive el Amor una metáfora según la cual, al llegar a la vida, recibimos una cesta para recoger con absoluta libertad todo lo que haya en el suelo y en los árboles. Hay quienes tienen una fragante y nutricia recolección. Se trata de cosechar, de alimentarse de la cosecha y de repartir de modo que haya espacio para seguir recogiendo “Pero al final la verdadera cosecha no se halla en el cesto, dice Lukas, sino en los graneros de la eternidad, con el esfuerzo de la recolección y la bondad del reparto”.
Nadie sabe cuánto durará el tiempo de su cosecha. Algunos periodos son breves, pero alcanzan para dejar bien provistos los graneros de la eternidad. Mientras tanto, encontrar, sostener y celebrar, a través del amor y otros valores, el sentido de la propia vida acaso el mejor modo de honrar a esa vida,.
Por Elena Faricelli, estudiante del Programa Educativo de Adultos Mayores, Universidad Nacional de Río Cuarto.
En la era del delivery, de lo instantáneo, del llame ya, de la inmediatez, de la impaciencia, es imposible prefabricar la alegría, lograrla a voluntad. Muchos se plantean la felicidad en función de adquirir bienes materiales para vivir mejor, sin embargo no siempre la obtienen. Es algo interno del hombre.
El monje benedictino alemán Anselm Grun, un incansable explorador del alma humana, lo dice de una manera sencilla en su libro “La Verdadera Felicidad: “No es posible decretar la alegría. Ella es la expresión de una vida plena. No puedo ansiar la alegría por sí misma, pero sí puedo intentar vivir mi vida con todos los sentidos. Entonces tomare contacto con la alegría que hace tiempo se encuentra en mí”.
Suele ocurrir con la alegría lo mismo que con la felicidad o con el sentido. Se los busca afuera, se los pretende ya hechos. Grun considera que el despertar de la alegría, una facultad que está en nosotros, es siempre la consecuencia de un modo de vivir. Nadie es alegre. No lo seremos porque tengamos una sonrisa , porque al levantarnos juremos que hoy le pondremos al mal tiempo buena cara o porque nos definamos como alegres. No se trata de vivir para estar alegre, sino de sentirnos alegres por la vida que vamos eligiendo. La alegría no la encontraremos en el placer y la diversión, pues ambos son instantáneos. En cambio la alegría sobreviene a lo vivido, a lo experimentado, a lo padecido. Es un perfume que emana de nuestro vivir.
Ya lo decía Epicuro 270 años antes de Cristo que la alegría es fruto del alma en movimiento. Una vez más aludía a algo que nace en la vida interior, no en el bullicio externo. Ella brota silenciosa, perdurable y fértil cuando nace de actos que dan sentido a nuestra vida.
Medida
Tal es la preocupación por la felicidad que en 1972 el rey de Butan, Jigme Wangchuck, budista, propuso el termino Felicidad Nacional Bruta o Felicidad Interior Bruta: Es un medidor que define la calidad de vida en términos mas holísticos y psicológicos que el Producto Bruto Interno. Esto lo hizo como respuesta a las críticas de la constante pobreza económica de su país. Mientras que los modelos económicos convencionales observan el crecimiento económico como objetivo principal, el concepto de Felicidad Nacional Bruta se basa en que el verdadero desarrollo de la sociedad humana se encuentra en el refuerzo mutuo del desarrollo material y espiritual.
Los cuatro pilares de la Felicidad Nacional Bruta son según el rey de Butan son:
1) El desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario.
2) La promoción de valores culturales.
3) La conservación del medio ambiente.
4) El establecimiento de un buen gobierno.
La diferencia es que el crecimiento del Producto Bruto Interno no siempre se traduce en mayor bienestar para las personas.
Es interesante el medidor, ya que los Estados Unidos en su constitución, fija como condición del ciudadano, ser feliz. ¿Será por eso que buena parte de ellos al saludarse siempre sonríen? Otro dato interesante es que disponen y es de venta libre la llamada droga de la felicidad: la fluoxetina. No así el resto de los medicamentos.
Amartya Sen es filósofo economista ganador del Premio Nobel en 1998. Resaltó que la economía es un campo demasiado estrecho, para entender el complejo acontecer humano, individual o colectivo, y mucho menos para planear acciones que conduzcan a la sociedad hacia la meta última que es la felicidad o, al menos a su nivel previo, que es el bienestar.
Para ello, entiende, se requiere la visión holística, que es la única que puede darnos la llave del verdadero progreso. Ni el producto nacional, ni los niveles educativos, de salud, o las diversas variantes de seguridad, sirven para comprender lo que es verdadero desarrollo. En cambio, los Indices de felicidad lo intentan.
Para hacerlo, todas las especialidades tienen que ser aplicadas dentro de un todo multidisciplinario. Las instituciones tratan a veces de hacerlo armonizando acciones que requieren, nos dice Amartya Sen, de otro elemento que les infunda vida y que es el comportamiento.
Actuar dentro o fuera de las instituciones tendrá sentido siempre que el comportamiento responda no a clichés sino a la intención de atender las necesidades y aspiraciones de los individuos que componen el país. Aquí aparece la problemática de la equidad y la justicia social. Conseguir que el desarrollo, cualquiera sea el nivel de riqueza material obtenido, sea equitativo y justo para las mayorías, haciéndose con respeto a la libertad, que es su condición imprescindible.
Amartya Sen sigue planteando: La libertad es el elemento que desata el potencial creativo siempre presente en el ser humano. Este concepto coincide con el que propone el jesuita Teilhard de Chardin, quien lo describe como explicación y motor primordial de cuanto hay en el universo, dice además que el impulso incontenible hacia la libertad está en toda criatura, y adquiere en el ser humano el carácter de independencia.
Solo en la libertad tiene el individuo capacidad para desarrollarse y vencer las cadenas de pobreza y de ignorancia, siendo el Estado el que tiene que facilitar esta superación.
Lo necesario es que la acción pública tenga relación directa y operativa con la comunidad cuya felicidad es la finalidad del poder.
La atención a la persona es el último criterio. Impresiona oír al doctor Sen, que asevera no ser religioso, citar la parábola del buen samaritano como ejemplo de responsabilidad social.
Los econometras maniáticos de los índices y estadísticas cada vez que se proponen medir la felicidad promedio de una sociedad suelen encontrarse con que la relación entre los apabullantes números de la economía y la armonía emocional y espiritual suele ser inversa (ha ocurrido en Estados Unidos, en los países escandinavos y en Gran Bretaña, entre otros)
No se trata de proponer un coctel de felicidad y pobreza. Sería hipócrita. Pero la calidad de vida tendría que ser rastreada en dos niveles: el individual y el colectivo. Cuando una sociedad integra de modo equilibrado estos niveles, sus miembros podrán decir, y sentir, que viven una calidad de vida. Y no necesitaran buscarla en otro lugar. Esto lo dice Sergio Sinay.
Una terapeuta humanista, Elisabeth Lukas, recuerda en su libro En la Tristeza pervive el Amor una metáfora según la cual, al llegar a la vida, recibimos una cesta para recoger con absoluta libertad todo lo que haya en el suelo y en los árboles. Hay quienes tienen una fragante y nutricia recolección. Se trata de cosechar, de alimentarse de la cosecha y de repartir de modo que haya espacio para seguir recogiendo “Pero al final la verdadera cosecha no se halla en el cesto, dice Lukas, sino en los graneros de la eternidad, con el esfuerzo de la recolección y la bondad del reparto”.
Nadie sabe cuánto durará el tiempo de su cosecha. Algunos periodos son breves, pero alcanzan para dejar bien provistos los graneros de la eternidad. Mientras tanto, encontrar, sostener y celebrar, a través del amor y otros valores, el sentido de la propia vida acaso el mejor modo de honrar a esa vida,.
14/9/11
Cachetazos, culpas, clases
Contaba un hincha de Boca que tras la caída por 3 a 1 en Rosario ante Central por el cuadrangular que definía el Metropolitano de 1974, Roberto Rogel le tocó varias veces la cara a Alberto Tarantini. Desde la platea del Gigante de Arroyito no se veían como sopapos o chirlos sino como gestos para ayudarlo a reaccionar y aflojarle a la mala sangre por una derrota que empezaba a dejarlo a Boca sin chances de ser campeón.
"Reacciona", "ya está, nene", "pará de darte manija", fueron los significados que le asignó el hombre a esas palmadas del experimentado defensor al joven que empezaba a sentir amarguras deportivas de las grandes
Adrián Ramírez ya no era el adolescente que escuchaba por primera vez esta historia cuando vivió una algo parecida. Quien hizo de Rogel ante sus autorreproches por una mala actitud fue una docente de Matemática. "Bueno, ya te equivocaste. Para adelante hacelo mejor", le dijo antes de volver al aula.
En una entrevista de Eduardo Rafael en la revista El Gráfico, Tarantini recordó que al hacer el primer gol de su carrera, salió corriendo rumbo al alambrado. De pronto, alguien le estiro varios rulos mientras le decía: "Los goles se festejan con los compañeros, pibe". Más de quince años después, Tarantini se acordaba de esa sanción al paso del mismo que habría de consolarlo en la cancha de Central.
Las anécdotas tienden la mano para que pensemos en las personas como Rogel, capaces de fastidiarnos un grato momento como de ayudarnos con el peso de la culpa en otros.
A la profesora de Matemática y a tantos como ella, un abrazo cerca del 17 de septiembre.
Contaba un hincha de Boca que tras la caída por 3 a 1 en Rosario ante Central por el cuadrangular que definía el Metropolitano de 1974, Roberto Rogel le tocó varias veces la cara a Alberto Tarantini. Desde la platea del Gigante de Arroyito no se veían como sopapos o chirlos sino como gestos para ayudarlo a reaccionar y aflojarle a la mala sangre por una derrota que empezaba a dejarlo a Boca sin chances de ser campeón.
"Reacciona", "ya está, nene", "pará de darte manija", fueron los significados que le asignó el hombre a esas palmadas del experimentado defensor al joven que empezaba a sentir amarguras deportivas de las grandes
Adrián Ramírez ya no era el adolescente que escuchaba por primera vez esta historia cuando vivió una algo parecida. Quien hizo de Rogel ante sus autorreproches por una mala actitud fue una docente de Matemática. "Bueno, ya te equivocaste. Para adelante hacelo mejor", le dijo antes de volver al aula.
En una entrevista de Eduardo Rafael en la revista El Gráfico, Tarantini recordó que al hacer el primer gol de su carrera, salió corriendo rumbo al alambrado. De pronto, alguien le estiro varios rulos mientras le decía: "Los goles se festejan con los compañeros, pibe". Más de quince años después, Tarantini se acordaba de esa sanción al paso del mismo que habría de consolarlo en la cancha de Central.
Las anécdotas tienden la mano para que pensemos en las personas como Rogel, capaces de fastidiarnos un grato momento como de ayudarnos con el peso de la culpa en otros.
A la profesora de Matemática y a tantos como ella, un abrazo cerca del 17 de septiembre.
10/9/11
Una tarde de sufrimiento y belleza
"No pueden ser tan imbéciles". La mano izquierda con el pulgar a la altura de la oreja y el resto de los dedos en la frente le sostenían la cabeza y el peso de un empate sobre la hora con un gol desde 48 metros. Cuatro horas después, Adrián Ramírez seguía pronunciando esta y otras frases que mejor no transcribir. Cerraba los ojos, resoplaba, juntaba los labios, miraba fijo el teclado, el techo blanco, la pared celeste del comedor diario. Prendía el televisor para tratar de distraerse con los otros partidos y se daba cuenta una vez más de que por el resto de un día con resultado adverso, ver fútbol lo dañaba.
En una de las paradojas frecuentes en su vida y la de cualquiera, el ventarrón de Río Cuarto le dio ese sábado una oportunidad de entretenerse barriendo, baldeando, barriendo, barriendo por sexta vez, insultando la tierra y la sequía, "maldita sea, será posible. ¡Nunca dos bien seguidas!, alguna vez se avivarán, ¡manga de...!".
The Beatles en una de las cien radios lo distraían por momentos, lo llevaban al placer de la música de "la categoría que ¡ojalá tuvieran ustedes!".
El codo sobre la mesa, la palma de la mano derecha en contacto con el pelo, los ojos cerrados. Como decía Antonio Carrizo acerca de su amado Boca Juniors, Los Andes a veces "hace mal".
Los mates del plácido primer tiempo fueron seguidos por la caminata a la merienda; la menta granizada y la banana con dulce de leche lo despejaron, lo mismo que el cálculo del precio de cada bocha según el helado tuviera una, dos o tres.
Vuelta a casa. Al 2 a 2 sufrido en tiempo de descuento se asocian cinco o seis mates y la suma da gastritis.
The Beatles sigue desparramando belleza: "Mind games", "Carry that weight", "Let it be", "Here comes the sun", "We can work it out" y otros tantos no le cambian el ceño fruncido. La culpa no es de Los Beatles. Y acaso tampoco sea de Adrián Ramírez. El afecto profundo ya sea por un equipo de fútbol, un trabajo o una persona depara felicidad, tristeza, alegrías y rabietas inmensas.
"No pueden ser tan imbéciles". La mano izquierda con el pulgar a la altura de la oreja y el resto de los dedos en la frente le sostenían la cabeza y el peso de un empate sobre la hora con un gol desde 48 metros. Cuatro horas después, Adrián Ramírez seguía pronunciando esta y otras frases que mejor no transcribir. Cerraba los ojos, resoplaba, juntaba los labios, miraba fijo el teclado, el techo blanco, la pared celeste del comedor diario. Prendía el televisor para tratar de distraerse con los otros partidos y se daba cuenta una vez más de que por el resto de un día con resultado adverso, ver fútbol lo dañaba.
En una de las paradojas frecuentes en su vida y la de cualquiera, el ventarrón de Río Cuarto le dio ese sábado una oportunidad de entretenerse barriendo, baldeando, barriendo, barriendo por sexta vez, insultando la tierra y la sequía, "maldita sea, será posible. ¡Nunca dos bien seguidas!, alguna vez se avivarán, ¡manga de...!".
The Beatles en una de las cien radios lo distraían por momentos, lo llevaban al placer de la música de "la categoría que ¡ojalá tuvieran ustedes!".
El codo sobre la mesa, la palma de la mano derecha en contacto con el pelo, los ojos cerrados. Como decía Antonio Carrizo acerca de su amado Boca Juniors, Los Andes a veces "hace mal".
Los mates del plácido primer tiempo fueron seguidos por la caminata a la merienda; la menta granizada y la banana con dulce de leche lo despejaron, lo mismo que el cálculo del precio de cada bocha según el helado tuviera una, dos o tres.
Vuelta a casa. Al 2 a 2 sufrido en tiempo de descuento se asocian cinco o seis mates y la suma da gastritis.
The Beatles sigue desparramando belleza: "Mind games", "Carry that weight", "Let it be", "Here comes the sun", "We can work it out" y otros tantos no le cambian el ceño fruncido. La culpa no es de Los Beatles. Y acaso tampoco sea de Adrián Ramírez. El afecto profundo ya sea por un equipo de fútbol, un trabajo o una persona depara felicidad, tristeza, alegrías y rabietas inmensas.
9/9/11
La escuela de García
En la hora de Sociología de segundo año del colegio San Ignacio, el docente propuso este ejercicio:
García es dueño de un colegio. Como es ególatra y no se fija en sutilezas, al colegio lo llamó García. No sabe un montón de cuestiones, entre ellas cómo designar abanderados. Algunos le dicen que hay que considerar en qué porcentaje se progresa, de forma que si la primera nota de Juan es 2 y la última es 6 (¡triplica su marca!) cabe premiarlo más que a Laura, quien arranca de 8 y llega a 10. Otros consideran que eso es un disparate pues así se estimula la siesta en los primeros meses y la mentira ya que muchos que conocen hasta 6 se dan cuenta de que es mejor fingir que sólo saben hasta 2. Y hay personas que le recomiendan olvidar los porcentajes: iniciar con 8 condena a que el máximo avance sea de un 25 por ciento.
Había que aplicar conceptos, entre ellos meritocracia, control social formal e informal, valores, status y rol.
Las alumnas Sol Dalvit y Milagros Ricchini escribieron:
Pensamos que la escuela de García debería dar premios por el esfuerzo y por el rendimiento. Lo del progreso en función del porcentaje no es buena idea porque una persona de buenas notas puede sacar a propósito una mala cuando empieza el año.
Un estudiante podría ser premiado si se esforzara y obtuviera mejores calificaciones, pero no por ello ser elegido abanderado. El abanderado tendría que ser el estudiante de mejor rol, aquél que tuvieese buen comportamiento y buenas notas. Una persona que tuviera buenos valores y respetara las reglas y a las personas de un status superior también. Pero la gente de una posición superior no debería abusar de su poder y tendría que evaluar a los estudiantes de acuerdo con su rol. Y dar premios y aplicar sanciones de acuerdo con esto.
Esa es nuestra visión de lo que debería pasar en la escuela de García.
En la hora de Sociología de segundo año del colegio San Ignacio, el docente propuso este ejercicio:
García es dueño de un colegio. Como es ególatra y no se fija en sutilezas, al colegio lo llamó García. No sabe un montón de cuestiones, entre ellas cómo designar abanderados. Algunos le dicen que hay que considerar en qué porcentaje se progresa, de forma que si la primera nota de Juan es 2 y la última es 6 (¡triplica su marca!) cabe premiarlo más que a Laura, quien arranca de 8 y llega a 10. Otros consideran que eso es un disparate pues así se estimula la siesta en los primeros meses y la mentira ya que muchos que conocen hasta 6 se dan cuenta de que es mejor fingir que sólo saben hasta 2. Y hay personas que le recomiendan olvidar los porcentajes: iniciar con 8 condena a que el máximo avance sea de un 25 por ciento.
Había que aplicar conceptos, entre ellos meritocracia, control social formal e informal, valores, status y rol.
Las alumnas Sol Dalvit y Milagros Ricchini escribieron:
Pensamos que la escuela de García debería dar premios por el esfuerzo y por el rendimiento. Lo del progreso en función del porcentaje no es buena idea porque una persona de buenas notas puede sacar a propósito una mala cuando empieza el año.
Un estudiante podría ser premiado si se esforzara y obtuviera mejores calificaciones, pero no por ello ser elegido abanderado. El abanderado tendría que ser el estudiante de mejor rol, aquél que tuvieese buen comportamiento y buenas notas. Una persona que tuviera buenos valores y respetara las reglas y a las personas de un status superior también. Pero la gente de una posición superior no debería abusar de su poder y tendría que evaluar a los estudiantes de acuerdo con su rol. Y dar premios y aplicar sanciones de acuerdo con esto.
Esa es nuestra visión de lo que debería pasar en la escuela de García.
5/9/11
Antes de acusar
"¿Querés que te lo regalemos? Todo tuyo, querido. Todo tuyo".
La expresión corresponde al médico encarnado por Manuel Callau en la película "Darse Cuenta".
El destinatario es su colega interpretado por Luis Brandoni.
La referencia es a Juan (Darío Grandinetti) o a lo que de él queda luego de ser atropellado por una camioneta.
Suena terrible lo dicho por el primero de los doctores. Es sacarse de encima una responsabilidad llamada vida humana. Es dar por muerto a quien no lo está. Por supuesto que peor sería que al paciente lo atendieran con desgano; toda vez que haya más de un facultativo en el mundo, resultará preferible ser derivado que ser mal tratado.
La película deja a salvo unas cuantas almas. "Ay, qué cruel!", "mirá qué feo lo que hacen", "yo te dije, los médicos son comerciantes con diploma, si el negocio no les pinta lo rechazan", son frases que se agolpan en quienes captan fácil las miserias ajenas.
Una de las sentencias que resume la actitud del que se desliga del moribundo es: "Yo no me hago cargo, que se arregle la sociedad". Está cerquita de una que sabemos todos: "Yo, argentino", eufemismo de "me borro y sin culpa".
Hecha la primera daniñada, consistente en aproximar al doctor Indiferencia a actitudes que a menudo reivindicamos, vaya la segunda a pocas horas del Día del Maestro: quienes aprueban a estudiantes que no saben siquiera el mínimo (profesores de Lengua a los que les da igual habuela que abuela, haller que ayer y una carilla sin signos de puntuación que otra que al menos los incluya al tanteo) entrañan algo equivalente a: "¿Querés que te lo regalemos? Todo tuyo, querido. Todo tuyo".
Tal vez sea una zoncera esperar nobleza del doctor Indiferencia y del empleado que cobra sueldo como si fuera docente. Si la hubiera, ambos tendrían que callarse ante "los políticos a los que no les importa nada". Es una muestra de decencia -y de viveza- guardarse el dedo acusador frente a faltas idénticas a las propias.
"¿Querés que te lo regalemos? Todo tuyo, querido. Todo tuyo".
La expresión corresponde al médico encarnado por Manuel Callau en la película "Darse Cuenta".
El destinatario es su colega interpretado por Luis Brandoni.
La referencia es a Juan (Darío Grandinetti) o a lo que de él queda luego de ser atropellado por una camioneta.
Suena terrible lo dicho por el primero de los doctores. Es sacarse de encima una responsabilidad llamada vida humana. Es dar por muerto a quien no lo está. Por supuesto que peor sería que al paciente lo atendieran con desgano; toda vez que haya más de un facultativo en el mundo, resultará preferible ser derivado que ser mal tratado.
La película deja a salvo unas cuantas almas. "Ay, qué cruel!", "mirá qué feo lo que hacen", "yo te dije, los médicos son comerciantes con diploma, si el negocio no les pinta lo rechazan", son frases que se agolpan en quienes captan fácil las miserias ajenas.
Una de las sentencias que resume la actitud del que se desliga del moribundo es: "Yo no me hago cargo, que se arregle la sociedad". Está cerquita de una que sabemos todos: "Yo, argentino", eufemismo de "me borro y sin culpa".
Hecha la primera daniñada, consistente en aproximar al doctor Indiferencia a actitudes que a menudo reivindicamos, vaya la segunda a pocas horas del Día del Maestro: quienes aprueban a estudiantes que no saben siquiera el mínimo (profesores de Lengua a los que les da igual habuela que abuela, haller que ayer y una carilla sin signos de puntuación que otra que al menos los incluya al tanteo) entrañan algo equivalente a: "¿Querés que te lo regalemos? Todo tuyo, querido. Todo tuyo".
Tal vez sea una zoncera esperar nobleza del doctor Indiferencia y del empleado que cobra sueldo como si fuera docente. Si la hubiera, ambos tendrían que callarse ante "los políticos a los que no les importa nada". Es una muestra de decencia -y de viveza- guardarse el dedo acusador frente a faltas idénticas a las propias.
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