Convergencias
"Las escuelas públicas se destinaban a la población masculina y femenina de niños, que compartían aulas y patios", evoca Elena Moscone. En cambio, sobre todo en escuelas confesionales como San Buenaventura y Cristo Rey, "se optaba por un solo sexo".
El cambio al escenario actual, en que todos colegios son para ambos, contempló "casos con mucha resistencia a la incorporación de niñas en escuelas de varones y a la inversa. Esas resistencias fueron tales que apuntaban a un rechazo y se convertían en una mínima porción de niñas en salas de varones y viceversa. Con el tiempo, las escuelas adoptaron cada vez más la educación mixta".
Elena estima "positiva" la presencia de varones y mujeres en aulas y patios. Considera que es una oportunidad para que ellos se cuiden de "alguna mala palabra y picardía" y ellas, de "tener sus secretos frente a los varones. Esto da por resultado un compañerismo más nítido, enriquece la convivencia y hace que el niño sea más dócil, se adapte al otro sexo y no lo tome como alguien desconocido, tal lo que le pasa a cualquiera que nunca haya alternado en escuelas mixtas".
Tampoco se trata de blancos o negros. "He ido a una escuela religiosa de jardín a quinto año -añade quien hoy participa en talleres del PEAM- en la que estaba solo con niñas", sin que esto le haya obstaculizado el trato con el otro sexo. Claro, socializaba con varones en la familia.
Igual, subraya Elena que la convivencia mixta en grados y cursos "enriquece el aprendizaje por las diferencias psicológicas femeninas y masculinas", lo que contribuye a aumentar las "riquezas en cuanto a lo que cada sexo puede aportarle al otro".