Cancelar: ¿para qué?
Matías López, querible profesor de Lengua, escribió respecto de la cultura de la cancelación, que censura totalmente a personajes por sus malas acciones. Con esta lógica, habría que prohibir la lectura -ni hablar de la admiración a su obra- de Oscar Wilde. O dejar de escuchar al Indio Solari por las muertes en sus recitales. Y cuidado con atreverse a admitir las virtudes musicales de Michael Jackson.
Hoy cumple 68 años Daniel Passarella. Todos, especialmente hinchas de River, están invitados a pensar cómo se lo valora. Fue campeón como jugador millonario de los torneos de primera en 1975, 1977, 1979 y de los nacionales 1975, 1979, 1980 y 1981. Como entrenador se coronó en el certamen de la temporada '89/90, el Apertura de 1991 y el de 1993.
Como presidente, Passarella terminó de chocar el Titanic que tan sabiamente había guiado rumbo al iceberg José María Aguilar. Logró lo inédito e impensado: mandar a River a la B. Fue un error de magnitud planetaria, una mancha lesiva para el orgullo millonario.
Ahora bien, ¿es justo que a causa de tamaño desatino se deje de lado su invalorable aporte como defensor goleador y eximio cabeceador?
Acaso sí. Domingo Corigliano fue uno de los gestores de la llegada de Diego Maradona a Boca en 1981. Prometió pagos con una pericia que superó ampliamente la capacidad financiera del club; supo vender espejitos. Pero es harto difícil que se le reconozca mérito en ello. Fue el mismo hombre que le prestó pesos al club, tal lo testimonia el sitio Imborrablebocamblogspot.com, y se hizo documentar la deuda en dólares. Bonito benefactor. Y bajo su presidencia de menos de un año, en 1984, el xeneize bordeó la quiebra y, por deudas impagas durante tres años y medio por el pase del uruguayo Ariel Krasouski, el club Wanderers solicitó el remate de la Bombonera.
Planteado el tema, bienvenidas las preguntas: cancelar, en tanto clausurar la referencia a alguien, ¿es una forma de ajusticiarlo o, en el caso de personajes como Corigliano, una manera de hacerle un favor?
Y respecto de gente como Passarella, de tan disímiles roles en River, ¿hay que condenar sin más o, en todo caso, reconocer atenuantes por grandezas de las que fue parte?