Feliz septiembre, 21 de julio
En el 82° aniversario de la fundación de la escuela, palabras de quien por años fue maestra en sus aulas:
Escuela 21 de julio fundada en 1938 en razón de firmarse en Argentina el tratado de paz entre Bolivia y Paraguay y poniendo fin a la guerra del Chaco.
Muchas personas la llaman 9 de julio por ser una fecha patria más conocida.
La escuela 21 de julio funciona en el mismo lugar que la escuela Santiago Arias de Cabrera, que fue la primera primaria pública en Río Cuarto, cuyo horario es nocturno, mientras que el de 21 de julio es diurno.
Al ingreso se accede a un recibo en el que a la derecha se encuentra la dirección del CE 21 de Julio y a la izquierda la dirección del CE Santiago Arias de Cabrera.
Tiene pasillos con aulas hacia ambos lados y dos patios de escasas dimensiones.
Un lindo salón de actos al que ahora se nombra SUM, que con mucho esfuerzo de los padres que componen la cooperadora escolar se fue renovando.
Esta escuela fue considerada de excelencia por las enseñanzas impartidas y por los directivos y docentes que tuvo. Los alumnos que concurrieron fueron en su mayoría vecinos del Barrio Santa Rosa ya que está enclavada en calle Baigorria entre Lavalle y Sarmiento en la denominada zona de los colegios, estando al frente los colegios Nacional, Comercial e Industrial, adonde continúa sus estudios la mayor población del 21 de julio.
Con el correr de los años se produce el cambio de nombre de escuelas a centros educativos. Todo ello, a mi pensar, llevado por políticas declarativas que consideraban que los maestros ahora se llamarían trabajadores de la educación.
Hasta el hartazgo leía bibliografía que iba denostando la educación tradicional e implementando metodologías de trabajos grupales, etc.
Mientras en la escuela 21 de Julio, aggiornándose con estas innovaciones prevalecían las directoras estrictas, que controlaban los saberes que se daban y cómo se daban. Desde ya con asepsia política y sin influencia ideológica alguna.
Bajo esos conceptos se construían las bases de la educación integral. Donde nada estaba librado al azar. Todo se programaba para beneficio y prioridad de los contenidos curriculares.
Casualmente veo un posteo en Facebook:
"El maestro es necesariamente militante político. Su tarea no se agota en las enseñanzas de las matemáticas o la geografía. Su tarea exige un compromiso y una actitud en contra de las injusticias sociales. luchar contra el mundo que los más capaces organizan a su conveniencia y donde los menos capaces apenas sobreviven. Donde las injustas estructuras de una sociedad perversa empujan a los expulsados de la vida.
El maestro debe caminar con una legítima rabia, con una justa ira, con una indignación necesaria, buscando transformaciones sociales" (Paulo Freire).
Sin dejar de contextualizar la Pedagogía del oprimido que Paulo Freire pensara para Brasil, esas palabras son totalmente opuestas a mi pensamiento y a mis ideas, ya que pienso que al niño lleno de pureza, ingenuidad cual pizarra en blanco, no se le debe influir con resentimientos sociales se le debe proveer herramientas de los saberes que necesite para desarrollar su intelecto mediante conocimientos expertos libres de sesgos ideológicos.
Eso representó la educación en nuestra querida escuela, centro educativo o como se quiera llamar 21 de Julio.
Con el transcurrir de los años me queda la satisfacción de encontrarme con exalumnos que realizaron sus vocaciones, llegando la mayoría a estudios universitarios.
Pude intercambiar palabras y notar en ellos esa la tolerancia por la que tanto bregué e inculcando lo contrario a algún autor que daba por tierra el ascenso social y que decía que la escuela reproduce los orígenes del estudiante (Althusser) sin dar la posibilidad de cambio en cada individuo.
Este pensamiento también se vio, en mi caso, empíricamente derrumbado ya que muchos con padres obreros, o que quizá vivían de changas, lograron tener un título universitario.
El recorrido por esa escuela dejó huellas de responsabilidad, compromiso, vocación e interés por el futuro de esos niños ya hombres que tanto respeté por sobre todas las cosas.
Por Elena Moscone, estudiante del PEAM