22/9/20

Preocupación y calma

Por Elena Moscone, estudiante del PEAM

Según Martin Heidegger el hombre es esencialmente uno que se preocupa. La existencia es preocupación. Estar en el mundo significa cuidar de sí mismo y de su existencia, estar preocupado por sí mismo y cuidar de sí. La preocupación inquieta al hombre y no le permite descansar en ningún sitio. Heidegger cita la fábula romana de la preocupación. De cura.

Cierta vez cuando la preocupación (cura) atravesaba el río divisó tierra arcillosa: adrede tomó una porción y comenzó a modelarla. Mientras lo hacía apareció Júpiter. La preocupación le pidió a Júpiter que le diera espíritu a la pieza de arcilla modelada, Júpiter lo hizo de buena gana. Pero cuando ella quiso ponerle su nombre a la figura, júpiter se lo prohibió y solicitó que le fuera dado su nombre. Durante la discusión entre la preocupación y Júpiter en torno al nombre se elevó también la tierra(tellus) y ansió que le fuera dado su nombre a la figura puesto que le había ofrecido una porción de su cuerpo. 

Las partes en discusión designaron a Saturno como Juez y este tomó la siguiente decisión: Tu, Júpiter, deberás recibir el espíritu al momento de su muerte porque le has dado el espíritu.  Tierra, por haber entregado el cuerpo, deberás recibir el cuerpo. Pero por haber creado este ser en primer término preocupación, durante su vida lo poseerá la preocupación. Pero dado que existe discusión en cuanto al nombre se llamará Homo ya que está hecho de humus (tierra).

El hombre es por ende alguien esencialmente preocupado. Su existencia toda está determinada por la preocupación por sí mismo.  Los romanos demostraron mediante esta fábula que todo lo que hacemos está marcado por la preocupación. La preocupación nos impulsa a trabajar, a ganar el sustento, a asegurar el futuro, a multiplicar la posesión para poder finalmente estar serenos y seguros.

Es comprensible que la persona se preocupe temerosamente por su vida y su futuro, ya que su existencia está amenazada. Pero esto no debiera llevarnos a la preocupación temerosa, sino a confiar, según la religión, en Dios.

Esto puede llevarse a la situación de la comunidad, porque si giro en torno a mí y mi temor toda mi vida será devorada por la preocupación.

Opuesto a esto el filósofo judío Filón observa la calma como el valor supremo, entendiendo por calma no la falta de actividad sino la actividad sin esfuerzo.

Toda esta introducción viene al hecho de que con el entorno complejo en el que nos toca vivir, es común estar preocupados y aún mas si constantemente nos llega información que nos incrementa más aún la preocupación. No se pretende pasar por la vida ajeno a toda realidad, sino que logremos atravesar situaciones complejas con la mayor calma posible, cuyo valor es rara vez mencionado o comunicado en las redes, radios y televisión.

La vida cotidiana puede llevarnos a una rutina que nos aparta de las preocupaciones, esto es tratando de apreciar en la naturaleza toda la belleza que encontraremos en cultivo de plantas, cuidado de mascotas, y, si no estamos solos apreciando y descubriendo valores en los que nos rodean, en los que conviven o con quienes nos comunicamos. 

Así podremos gozar de nuestros propios derechos, construidos desde este confinamiento. Afirma Milan Kundera: Los derechos de los que puede disponer el ser humano solo se refieren a nimiedades por las que carece de sentido luchar unos contra otros o solemnes declaraciones. Este autor ve la insignificancia bajo la una luz más fuerte, más reveladora. Y continúa: la insignificancia es la esencia de la existencia. Respirar estas insignificancias que nos rodean es la clave de la sabiduría, es la clave del buen humor. 

Creo que dejar en lo posible la preocupación, tratando de tener calma, y disfrutando de las insignificancias, nos dará la sabiduría y el buen humor para enfrentar cualquier denostación de estos valores, que nos ayudan a construir día a día nuestra vida, a aplacar nuestras ansiedades, a dar calma a nuestro entorno y, por qué no, a hacer la patria.