5/10/20

Desde el aire

"Si uno pudiera ser un pájaro...", sueña Ana Chevarría. Evoca un viaje a las "Cataratas de nuestra querida Argentina" y muestra: "En la Garganta del diablo había un pájaro, quizás era un gorrioncito. Con qué alegría subía, bajaba, se bañaba, chisporroteaba por todos lados. Era feliz. Siempre recuerdo ese animalito, tan libre, feliz de tocar esa agua".

Para esta alumna del Programa Educativo de Adultos Mayores es valioso ese viaje de los pájaros "hasta lo más hondo y subir con alegría la vida diaria, que es tan bella, con sus bemoles que a veces no nos gustaría transitar".

De "la calandria" admira su aptitud para "imitar el canto de todos los otros pájaros. La veo muy compañera: cuando la he observado, como dice la canción, que asoma en mi ventanal, imitaba al benteveo y no solo eso, también su capacidad de desplazarse y mirar todo desde lo alto".

Al ver a la calandria, Ana la supone pensando en muchos de nosotros: "¿Por qué viven acelerados, por qué no despliegan sus alas". Propone "volver a volar", apelar a la "imaginación" ligada a la "forma más concreta de vivir". 

Otro de los pájaros de los que aprende es "el hornero. Con qué ahínco hace su casita, preparando para tener sus pichones. Cómo trabaja y qué bien hace su casita: es indestructible. Llueve, cae piedra, él se va con sus pichones y no la destruye nada, solo el hombre, como de costumbre".