28/10/20

La imponencia de las etiquetas

Los rótulos son necesarios. Lo saben los carteros, que sin ellos dejarían la correspondencia en casas equivocadas. Lo conocen los que llegan por primera vez a un lugar o los que buscan una oficina particular en un pasillo con varias una a la par de otra.

Los rótulos son peligrosos. "¡Socialista!", se alarmaba el personaje de Luis Sandrini respecto del festejante de su hija en la película Así es la Vida. 

Elena Moscone analiza diversos matices de la cuestión.

"Las relaciones humanas conllevan a veces un prejuicio sobre el otro por su apariencia", empieza esta alumna del Programa Educativo de Adultos Mayores. "Se puede cargar con un rótulo o etiqueta que no siempre corresponde con la idiosincracia de esa persona. Al que se ve distinto se le ponen apodos que tal vez en ocasiones sea discriminatorio y en otras, identificatorio de actitudes específicas que tenga la persona. Debemos pensar que, como dijera José Ingenieros, el concepto de la normalidad humana solo podría ser relativo a determinado ambiente social. 

¿Serían normales los que se alinearan con más exactitud en la fila del convencionalismo social? En ese sentido, hombre normal no sería sinónimo hombre equilibrado sino hombre domesticado. La pasividad, dice Ingenieros, no es un equilibrio, no es complicada resultante de energías sino su ausencia".

Otra pregunta que propone Elena: "¿Cómo confundir a los grandes equilibrados, por ejemplo a Leonardo Da Vinci o a Goethe, con los amorfos?". Consciente de que las apariencias engañan, afirma que "el equilibrio entre dos platillos cargados no puede compararse con la quietud de una balanza vacía. El hombre sin personalidad no es un modelo sino una sombra. Sí hay peligros en la idolatría de héroes y hombres representativos a la manera de Emerson o Carlyle. Más los hay en repetir esas fábulas que permitirían mirar como una aberración toda excelencia del carácter, la virtud o el intelecto de otra persona. Bobbio (Norberto, filósofo) ha señalado este grave yerro pintando al hombre medio con rasgos psicológicos precisos: dócil, acomodaticio, adaptabilísimo a todas las temperaturas de un día variable, avezado para los negocios.

¿Pero cuál es el hombre normal?, se pregunta Ingenieros. La respuesta desconcertó a todos. Lejos de alabar sus virtudes, trazaba un cuadro de caracteres negativos y estériles: buen apetito, trabajador, ordenado, egoísta, aferrado a sus costumbres, misoneísta (hostil a las novedades), paciente, respetuoso de toda autoridad, animal doméstico. O, en breves palabras, un consumidor nato. 

Más allá de las apariencias, debiéramos tener la tolerancia suficiente para que la persona que se nos presenta en la vida tuviera la unicidad tan necesaria para conocerla y comprender el valor que realmente tiene".